CARLOS SALVADOR BILARDO
En su libro autobiográfico “Doctor y Campeón”, el Narigón cuenta su infancia, sus inicios en el fútbol, su arribo a Estudiantes como jugador, el paso por Colombia, su debut como técnico y, principalmente, su exitosa etapa en la Selección: Maradona, México ‘86, Italia ‘90 y mucho más
INFORME
Por MARTIN CABRERA
"A
Gloria la conocí en un velorio. Mi hermano Jorge fue a la funeraria con
su novia Elena y una amiga. Nos pusimos a conversar y a los pocos días
tuvimos nuestra primera salida"
Carlos Bilardo y Estudiantes, en
buena medida, representan una misma cosa. Porque fue aquí en La Plata
donde el hombre se formó como persona, jugador y, luego, entrenador.
Será por eso que el Narigón, en su libro autobiográfico Doctor y Campeón
, que publicó la editorial Planeta, le dedicó el mismo valor que a la
copa del mundo que ganó con la Selección en el Mundial de México ‘86, a
la postre la última que obtuvo Argentina.
Corría diciembre de
1964 cuando Carlos Bilardo se enteró que Estudiantes de La Plata quería
contratarlo. El jugaba en Deportivo Español y alternaba entrenamientos
con un trabajo de “enfermero barrial”.
"Mi
padre solamente dos veces me esperó a la salida de la cancha: el día que
me probé en San Lorenzo y en un amistoso contra Paraguay, en 1985. Ese
día me dijo: ‘Basta Carlos, no dirijas más’"
“Les aplicaba inyecciones a casi todos los vecinos. También tomaba la presión. No les cobraba nada”, cuenta en su libro.
Al
principio confiesa que no estaba seguro de venir hasta La Plata, porque
Argentinos Juniors también lo quería y le quedaba más cerca de su casa.
“Durante el viaje en tren razoné que los dos equipos eran candidatos a
descender, pero si bajaba de categoría con Argentinos, como vivía a 400
metros de la cancha, iba a tener a la hinchada todos los días en mi
casa”, continua Bilardo, que dice que tiempo después se enteró que el
pedido del Bicho era porque Zubeldía, antes en carpeta para asumir,
había tirado su apellido.
“Cuando llegué a la sede no había nadie -prosigue con su relato-, sólo
un periodista del diario EL DIA, Osvaldo Papaleo. Me indicó que los dos
dirigentes con los que tenía que arreglar habían salido a mirar La
Tercera que mata” . El cierre de la anécdota lo pinta de cuerpo entero: “Yo pensé que se habían ido al cine a ver una película pero no, era La Tercera de Estudiantes” .
"Mi
mamá era una mujer firme, que me tenía a raya. Me retaba bastante y me
lanzaba un cachetazo si yo le faltaba el respeto a mis abuelos. Se lo
agradezco"
“Al principio, algunos días volvía a Buenos Aires y
otras me quedaba en La Plata. Compartía una casa que alquilábamos con
Manera y Poletti en 20 y diagonal 74”, recuerda.
En tres años, el
equipo pasó del desencanto de los hinchas a ser el primer chico en
ganar un título. “El partido clave fue contra Platense, que ganamos 4-3
luego de perder 3-1”. El cuarto gol llegó por un penal que el arquero
Hurt le cometió al propio Bilardo. “Juro que no le dije nada”.
Luego
cuenta Bilardo que antes de se terminara el Nacional de 1967, mediante
el cual Estudiantes se aseguró la clasificación a la Libertadores del
‘68, Osvaldo Zubeldía juntó a todo el plantel y dijo: “el torneo
finaliza el 17 de diciembre y la Copa arranca el 27 de enero, por eso
muchachos, el que se quiere casar, se casa ahora, si no debe esperar
hasta el año que viene”.
"Después de tanto
esfuerzo, sacrificio y sufrimiento no confronto más. Me gustaría decirle
a mi maestro Zubeldía que teníamos razón: al triunfo no se llega por un
camino de rosas"
“Todos escuchamos y corrimos hasta el único teléfono que había en la concentración de City Bell -repasa en el capítulo 2- . Cuando me tocó el turno llamé a Gloria a su casa y le dijo ‘¿te querés casar?’”.
La
ceremonia se hizo a la semana siguiente. “Nos casamos en la iglesia de
San Carlos Borromeo, cuyo párroco, el padre Jorge Tiscornia, era
fanático de Estudiantes”. En el libro asegura que tanto en su
casamiento, como en los de Echecopar y Madero, el Padre puso la bandera
Pincha sobre el altar.
“Me acuerdo que estábamos delante de los testigos, que eran Poletti y Manera, y le dije a Gloria ‘¿y si lo dejamos para el año que viene?’” , relata el Doctor que recuerda la respuesta de sus compañeros: “Dejate de joder Carlos que ya estamos acá. Casate y listo” .
"Lo
más importante es el resultado. En una obra de teatro la gente quiere
más, un bis. En un partido de fútbol que se gana 1 a 0, la hinchada pide
la hora. Insisto, todos quieren la victoria"
“Nunca nos abrazamos en público, nunca nos besamos delante de otros”.
AMERICA Y EL MUNDO
Con
el Metro del ‘67 en el bolsillo, Estudiantes inició su ciclo más
exitoso, con las Libertadores de 1968, ‘69 y ’70. La frutilla del postre
fue la Intercontinental de octubre de 1968.
Dice que dos
colaboradores de Zubeldía, Urriolabeitía y Kistenmacher viajaron a la
final de la Champions entre Manchester y Benfica. “En ese momento no
estaba bien visto, ahora es obligatorio”.
Estudiantes ganó 1-0 el partido de ida. “Ellos se abrazaban y no lo podía creer”.
"A
mi hija Daniela casi que no la tuve en brazos, a mis nietos sí. Soy
mejor abuelo que padre, seguro. Con Micaela y Martín hago lo que no hice
con Daniela. Ella me perdonó"
“La revancha fue menos violenta que
el partido de ida. Lo empatamos, pero me quedó grabada la jugada final.
Corrí con Morgan y pudo tirar el centro, la peinó Bobby Charlton y uno
que entraba la empujó. ¡Se me congeló el alma! Sin embargo no vi a
Poletti ni a los demás defensores, porque estaban abrazándose. ¡El
referí había terminado el partido cuando Morgan y yo corríamos! y ni él
ni yo escuchamos el pitazo”, se emociona Bilardo y cierra con una
historia pocas veces contada: “La camiseta la quise cambiar con
Crerand, algo que jamás hice y les prohibo a mis jugadores. Por suerte
no la quiso y me puse como bufanda. Luego se la regalé a la esposa de un
dirigente”.
El inicio de las “costumbres”
Bilardo y las cábalas parecen un sinónimo. En su libro cuenta el comienzo y, si bien la llama costumbres, la anécdota es bien gráfica: “Un sábado, antes de un partido, un muchacho del Country preparó pollo asado para todos. El domingo, perdimos. Otro sábado volvimos a comer pollo y perdimos de nuevo. Osvaldo dijo ‘basta, se acabó; desde ahora, comemos asado’. Cuando fui entrenador, nunca les di de comer pollo a mis jugadores el día antes de los partidos. Lo tomé como una costumbre, no como una cábala” .
Además, en el libro cuenta decenas de
episodios relacionados. Uno de ellos, el corte de pelo antes de cada
partido en México ‘86. “Para la final contra Alemania ya no tenía dónde cortar, pero se las ingenió para sacar alguna pelusa” .
¿Qué me pusiste en los ojos?
En la previa de la primera final contra Manchester, a Bilardo le ardían los ojos. Entonces le pidió a un colaborador que le pusiera unas gotas de colirio. Al rato, sus ojos empezaron a arder como un incendio. “No veía nada”. Entonces fue cuando comprobaron que el hombre había equivocado de gotero. “Me había puesto una de esas gotas para hacer fondos de ojos”.
“Si el partido contra Manchester hubiese sido de día no hubiese podido jugar” , revela.
Lo
curioso es que en ese partido Bilardo tuvo que marcar a Nobby Stiles,
un bravo volante inglés. En un choque luego de un salto, el rival perdió
una lente de contacto. “Cuando se repuso me pegó una patada y el
árbitro, como lo vio, lo expulsó. Por eso no pudo jugar la revancha en
Old Trafford”.
“Todos hablaron en la previa del duelo nuestro,
pero no sabían que íbamos a jugar casi ciegos”, cierra el Narigón una de
las anécdotas de las finales contra Manchester.
“Te quieren echar, Carlos”
No
fue buena la relación de Bilardo con la prensa en sus inicios en la
Selección. En su libro, recuerda las peleas ideológicas con Clarín, pero
también recuerda la resistencia que tuvo de parte del gobierno
nacional.
“Un grupo de políticos integrado por varios de los
miembros La Coordinadora, intentaron convencer a Alfonsín para que
presionara a la AFA y se me removiera del cargo”, detalla y cita una
entrevista del secretario de deportes de aquel entonces, Rodolfo
O’Reilly, cuando dijo “La Selección no juega a nada”.
“Con Pachamé salimos varias veces a arrancar carteles o tapar pintadas en paredes”
, destaca y cuenta que cuando le dijeron “Carlos, te quieren echar”,
dio dos entrevistas, una con Víctor Hugo Morales y otra con José María
Muñoz donde dijo que un gobierno democrático no podía utilizar su poder
para imponer cosas a la fuerza. Alfonsín frenó todo.
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