LA ESCALADA DE VIOLENCIA. SUPERÓ TODOS LOS LÍMITES QUE SE RECUERDEN PARA UN CLÁSICO
Protagonizaron un escándalo tan lamentable que será muy difícil de dejar atrás
Un pasaje del enfrentamiento entre
jugadores de Gimnasia y Estudiantes durante el clásico platense jugado
el domingo en Mar del Plata
Por EDUARDO TUCCI
OPINION
OPINION
Lástima. Por la historia, por todo lo
que han entregado durante pila de años los dos grandes de la Ciudad, por
los nombres gloriosos que cobijaron uno y otro, por tantas tardes
inolvidables en 57 y 1 y en 60 y 118, por los que siguen poblando las
tribunas y por los que, lamentablemente, ya no están pero que han
vibrado con el clásico. Por esa parodia disfrazada de partido de fútbol
del domingo a la noche, que más allá de la bronca y la vergüenza nos
apenó profundamente porque los protagonistas de esa triste postal
marplatense le faltaron el respeto a todos los que han hecho grande al
choque más esperado de la Ciudad.
Varios de los protagonistas del
escándalo asumieron las culpas de lo ocurrido, pero ha llegado el
momento de que las palabras se trasladen a los hechos
Lo poco que hubo de fútbol pasó a un último
plano. Primaron las patadas, los empujones, los gestos violentos, la
locura. No se pudieron poner de acuerdo ni siquiera para irse de la
cancha y tampoco estuvieron del todo felices a la hora de las
justificaciones.
IRRACIONALIDAD DE LOS PROTAGONISTAS
El árbitro se equivocó, pero todo lo que ocurrió
en los minutos finales no admite ningún tipo de explicación. La
irracionalidad gobernó desde el vamos y el clima agresivo que fueron
generando los 22 protagonistas se palpaba en el aire, en cada jugada,
aún la más irrelevante.
El clásico siempre fue intenso. Con una previa
cargada de desafíos y un desarrollo abundante en matices, con mucho
color y abundante emoción. Desde las épocas de Pedro Galeano y el Beto
Infante, hasta los duelos de los Mellizos y el Loco Palermo o las épocas
de Aguirre Suárez y Hugo Gatti, el choque entre Pinchas y Triperos
nunca resultó tibio, siempre se jugó al límite. Y si bien nunca han
faltado los cruces duros, esto del domingo a la noche superó todo lo
conocido.
Está claro que en nada ayudan a este tipo de
partidos algunas expresiones que los propios protagonistas vierten los
días previos, agregándole demasiado dramatismo a la contienda.
PARECIO UNA “GUERRA”
Muchas veces parece que se estuviera más en los
prolegómenos de una guerra que de un partido de fútbol, enrareciendo el
ambiente y creando un clima demasiado espeso que después se traslada a
las acciones.
Cargar presión sobre determinado compromiso -en
este caso, un clásico-, no está bien y llegó la hora de formular los
replanteos del caso.
No fomentar la violencia forma parte de otra de
las premisas que deberá adoptarse para retomar el camino correcto en una
actividad que ya se está acostumbrando a estar dominada por el
escándalo.
Ejemplos de actitudes fuera de lugar sobran y
nadie podrá utilizar el término “inesperado” para referirse a lo
ocurrido el domingo a la noche en el Minella.
En definitiva fue un cierre absolutamente
adecuado para lo que se vino observando durante el verano y la cantidad
interminable de episodios repudiables que se acumularon en el transcurso
de la última temporada.
DE ESTO NO SE SALE CON DISCULPAS
Si bien toda la locura que rodea al fútbol se
juntó para dar forma a un papelón del que no se sale con disculpas de
ocasión ni arrepentimientos repentinos, justo es reconocer que venimos
asistiendo a un cúmulo de desbordes que no han recibido el castigo
merecido.
Desde algunos sectores surgió como una
alternativa suspender las presencias de Estudiantes y Gimnasia en los
torneos de verano. No parece ser la solución: sería como prohibir la
circulación de vehículos para que se terminen los accidentes de
tránsito.
Deben jugarse todos los partidos, en cualquier
escenario, con público de los dos lados, buenos arbitrajes y
perfectamente organizados. Está en los responsables de cada rubro poner
manos a la obra para que las cosas funcionen como corresponde.
Once amonestados, tres expulsados, un partido
interrumpido con jugadores llenos de moretones por los golpes no puede
volver a repetirse. No se lo merece el partido más esperado por los
platenses, ni tampoco el fútbol que, lamentablemente, ya se está
acostumbrando a las “noches negras”.
Por lo pronto, los protagonistas centrales del
escándalo siguen reconociendo los errores cometidos que derivaron en la
peor refriega de los últimos tiempos.
Asumieron las culpas de lo ocurrido, aunque ya
resultara tarde para lamentos; ahora ha llegado el momento de que las
palabras se trasladen a los hechos.
No queda mucho margen, las correcciones deben ser inmediatas para tratar de salvar al fútbol o lo que queda de él.
Mientras tanto, cuando las imágenes de los
graves desbordes se repiten una y mil veces a través de la TV el
sentimiento sigue siendo el mismo: lástima.
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