MIGUEL IGNOMIRIELLO. HOY CUMPLE 90 AÑOS Y REPASA SU CARRERA COMO FORMADOR DE JUVENILES. DEL LOBO DEL ‘62 AL EQUIPO CAMPEÓN DEL MUNDO DEL ‘68, PASANDO POR LA SELECCIÓN, CENTRAL Y NACIONAL
Fue un adelantado: Implementó el doble turno, recomendó a Zubeldía y promovió un centenar de jugadores. Su historia
Don Miguel Ignomiriello en su
casa de La Plata, rodeado de recuerdos. Hoy celebra sus primeros 90
años y no deja un tema por tocar
Por MARTIN CABRERA
Con
una sonrisa y un chiste de turno, Miguel Ignomiriello abre el portón de
su casa, en el centro de La Plata. Saluda, señala el camino y agradece
la visita. Atraviesa unos metros de césped y se mete dentro de un
quincho de madera, que luego explicará es su refugio. Allí hay una
cocina, una mesa, decenas de cuadros y gran parte de su historia en el
fútbol. El hombre, una gloria del deporte platense, cumple hoy 90 años y
lo celebra en una íntima, extensa y jugosa entrevista con este medio.
¿Quién
es Ignomiriello? El se define como un artesano y seleccionador de
jugadores. Desembarcó primero en Gimnasia, formando el equipo que fuera
campeón de Reserva en 1953, luego llegó a Estudiantes donde tocó la
gloria: le dio vida al plantel campeón del mundo. Luego volvió a
Gimnasia para el Lobo del ‘62, desembarcó en el exitoso Rosario Central
de comienzos de los ‘70 y llegó a Nacional de Montevideo. Años después
consiguió logros en el ascenso, con Talleres de Remedios de Escalada y
Cambaceres.
-¿Qué es el fútbol para usted?
-Mi
vida. Aunque jugué al rugby, practiqué boxeo e hice atletismo con Jorge
Kistermacher, el fútbol es todo. Postergué todo por el fútbol:
cumpleaños de mis hijos, operaciones, vacaciones...
-¿Se siente identificado con Estudiantes a pesar de haber estado más años en Gimnasia?
-Sí,
me siento identificado. Debo ser la única persona que dirigió cuatro
veces a cada club. Y me di el lujo de renunciar las cuatro veces en cada
lado. Estoy identificado porque vengo de una familia Pincha. Mis
abuelos vivían en el viejo Mercado. Ellos llegaron a la Argentina en
1890 y ni existía Estudiantes. Conocieron los equipos fundacionales y se
enamoraron de Los Profesores. El único cuadro que estaba en el comedor
de su casa era ese equipo. Mi padre heredó esa pasión. Tenía un carro
que vendía papas en la feria de diagonal 73 que se llamaba “El Piloto
Olímpico”, en homenaje a Nolo Ferreira. Era fanático.
-¿Usted tuvo su etapa de hincha?
-Sí,
claro, ví toda la campaña de la Reserva campeona de 1935. En aquella
oportunidad jugaban los jueves a la tarde. Me hacía la rabona del Normal
3 cada vez que jugaba de local. Iba a la puerta del estadio y siempre
buscaba que algún mayor me hiciera entrar de la mano.
-¿Cómo empezó a trabajar con el fútbol?
-En
mi barrio de 49 y 4 armamos un equipo que se llamaba Wanderers. Tenía
14 años. Hacíamos desafíos a Estudiantes, Gimnasia o el colegio San
Vicente. El encargado de Gimnasia, Aníbal Díaz, me propuso sumarme. A
cambio me dio un carnet para entrar gratis a la cancha. Corría el año
‘43. Empecé a seleccionar jugadores y dos años después salimos campeones
en Octava. Esa misma división, años después salió campeón de Tercera en
1950.
-¿Por qué se fue de Gimnasia?
-Porque
la dirigencia quiso poner a la Tercera en Primera. Me opuse, porque los
equipos se conforman con jóvenes y mayores. Me fui. La pusieron igual y
se fueron al descenso.
-Entonces recaló en Estudiantes... ¿Quién lo llevó?
-Mariano
Mangano, por intermedio de Omar Farres y Osvaldo Arteaga. Eso fue en
1963. Me hice cargo de los juveniles de Estudiantes. Pero hay que tener
en cuenta que el club no era lo de ahora. Por ejemplo, los vestuarios
eran compartidos con la pileta y sólo podíamos entrenar cuando no había
temporada. Otra: la cancha auxiliar era de los socios y se alquilaba
para circos. Entrenábamos en el Bosque. La primera medida fue conseguir
la cancha auxiliar exclusivamente para nosotros. Recuperamos así el
lugar donde se habían formado Los Profesores y la Reserva campeona del
‘35. También empecé a trabajar en utilería. El hombre que estaba se
volvió loco: un día vino su hija y me dijo que el padre estaba internado
y que no paraba de repetir “camiseta, pantalón y medias...”. La última
medida fue el doble turno, un adelanto para la época.
-En esa Tercera que dirigía, ¿qué jugadores estaban?
-La
base de ese equipo la integraban cuatro jugadores que estaban en el
Club desde muy pequeños: Eduardo Flores, Malbernat, Pachamé y Verón. Y
después les voy incorporando jugadores.
-¿A quiénes trajo?
-A
Eduardo Luján Manera, de Quilmes. A Alberto Poletti, de Sacachispas. A
Miguel Echecopar, de Pergamino, que se había ido a probar a Vélez.
También al Negro Aguirre Suárez, de Tucumán.
-¿Cobraban?
-Se
les pagaba el tren y la comida acá. Al segundo año le dije a Mangano
que con el dinero de un jugador de Primera que no jugaba solventábamos
todos los gastos. Eso hicimos: todos fueron becados. Primer club en
América en becar jugadores juveniles. Recién después se empezó a
construir el Demo.
-¿Ahí empezaron sus problemas en Estudiantes?
-Sí,
porque yo quería que el techo fuera de losa, para un futuro primer
piso. Me peleé con el ingeniero y entonces la dirigencia me dio la
razón. Pero quedé desgastado y me fui en 1966.
-Pero antes le recomendó a Mangano traer a Zubeldía...
-En
el libro “Hola Míster” que escribió Alejandro Scopelli contaba que en
Europa los técnicos se reunían para hablar. Acá nunca pasó por los egos
enormes que hay. Por eso me llamó la atención cuando un colega, José
Maffei, me contó que se estaban reuniendo con otros técnicos para
compartir conceptos. Entre ellos estaba Osvaldo Zubeldía. Cuando a
finales de 1964 Mariano Mangano me preguntó no dudé en recomendarlo por
sobre el otro candidato que tenía la dirigencia.
-¿Imaginó que ese técnico y sus jugadores tres años después iban a ser campeones del mundo?
-Si te digo que sí, miento.
-¿Le dolió no estar en el Club al momento de todos los logros?
-Y...
me hubiera gustado estar no te voy a mentir. La noche cuando
Estudiantes le ganó a Platense, en 1967, yo estaba en Rosario Central.
Estábamos en una gran cena y viene un hombre del Club y me dice que
perdíamos 3-1. Me fui a otro salón, agarré la radio y escuché el resto
del partido.
-¿Dónde vivió las finales contra Palmeiras y Manchester?
-Contra
Palmeiras fui a la cancha, en La Plata y en Montevideo. Viajé con un
grupo de amigos. No me podía perder eso. Las finales contra Manchester
no las ví.
-¿Por qué volvió a Estudiantes tras la salida de Zubeldía?
-Me
convenció mi hija. No debí hacerlo, porque el equipo no era el de
antes. Ya se habían ido varios jugadores. Igual estuvimos a pocos
minutos de salir campeones de América. Nacional nos ganó en Montevideo
con un cabezazo de Masnic. Todavía sueño con ese partido.
-¿Cuál fue el mejor jugador que vio en Estudiantes?
-Juan Sebastián Verón, lejos, años luz del resto.
-¿Más que el padre o Nolo Ferreira?
-Es
que a Nolo Ferreira no lo ví. Los que dicen haberlo visto mienten. Nací
en 1927 y en el ‘31 tenía 4 años. Juan Ramón también fue un enorme
jugador, pero en una sola función. Su hijo jugaba en toda la cancha.
-¿Quiénes son sus amigos en el fútbol?
-Aldo
Pedro Poy, un fenómeno de persona. Juan Ramón Carrasco, excepcional
persona. Lo incorporé a Nacional. De Estudiantes me quedaron amistades
para toda la vida: Alberto Poletti, Bilardo, Madero, Pachamé, el Bocha
Flores, Malbernat y muchos más. Pelusa Bedogni, a quien dirigí en
Banfield. Julito Santella, Mateo y el Pato Fillol... Puedo estar hasta
mañana nombrando jugadores.
-¿Cómo hicieron sus dos esposas para soportarle el ritmo?
-Fue
imposible y lo entiendo. La mamá de mis mellizos me repetía que me iba a
arrepentir de por vida de todo lo que había dejado de lado. Recuerdo
que ironizaba y me decía, enojada, “no te preocupes por los mellizos,
fijate si Avellino ve bien o no”, en relación a un jugador de la época.
-¿Cuántos hijos tuvo?
-Cinco, tres en el primer matrimonio y dos con el segundo. Además tengo ocho nietos y un biznieto.
-¿Hizo dinero con el fútbol?
-Capitalicé
clubes y les hice ganar mucho dinero. También ganaron los jugadores. Yo
quedé pobre, seco... Pero nadie me puede acusar de nada.
-¿Se arrepiente de algo?
-De
nada. Sólo me duele el alma cuando una hija me pide una ayuda económica
y no puedo dársela. ¿Sabés que hice una vez? Le hice devolver a mi
señora un tapado de piel que un empresario había llevado a casa para
convencerme de comprar un jugador. Hoy vivo de una pobre pensión,
después de 70 años de trabajo. Pero soy feliz.
www.eldia.com.ar
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