No alcanzan las gargantas para semejantes gritos. No resisten las
cuerdas vocales. Estudiantes es campeón de América. A lo Estudiantes,
con épica, con garra, de visitante, en la adversidad, remontando un
partido que iba perdiendo, con todos los pronósticos en contra. Así es
Estudiantes, así se forjó la mística pincharrata a lo largo de su
historia, y así se refrendó, con ese abrazo de Sabella, Calderón y
Verón, tres generaciones que mamaron el sentimiento Pincha y que hoy
inspiran a las que vienen.
Fue 2-1 en Brasil, 2-1 en ese Mineirao que a muchos les metía miedo, un Mineirao que se fue achicando con el correr de los minutos, hasta quedar chiquito como una cajita de fósforos, con los gritos de los miles de hinchas que llegaron desde Argentina para aportar aliento e ilusión, y que terminaron celebrando una victoria inolvidable, para estar a la altura de aquel partido contra Nacional, o contra el Manchester.
Fue 2-1 en Brasil, 2-1 en ese Mineirao que a muchos les metía miedo, un Mineirao que se fue achicando con el correr de los minutos, hasta quedar chiquito como una cajita de fósforos, con los gritos de los miles de hinchas que llegaron desde Argentina para aportar aliento e ilusión, y que terminaron celebrando una victoria inolvidable, para estar a la altura de aquel partido contra Nacional, o contra el Manchester.
Así es Estudiantes. Capaz de amargar a su
clásico rival en una semana que había empezado de celebración (a otro
nivel) tras la Promoción con Rafaela. Así es Estudiantes, capaz de
amalgamar generaciones sin perder mística, transmitiendo con fidelidad
los sentimientos, un estilo de vida y de fútbol, el culto por el trabajo
y el coqueteo con las hazañas. Así es Estudiantes, el que no se
derrumbó ni después de haber perdido la final de la Sudamericana,
también en Brasil, y el que buscó inmediatamente revancha en la Copa más
importante. Así es Estudiantes, el que arrancó en el repechaje y
terminó levantando la Libertadores.
Pero antes de este festejo que no terminará nunca, hubo un partido, un partido que Estudiantes manejó con relativa facilidad. Cruzeiro, el cuco que había terminado mejor en La Plata, nunca pudo meter miedo. El equipo de Sabella controló los tiempos y obligó a jugar el partido que quería. No le patearon arco en los primeros 20 minutos. Obligó a los rivales a jugar el partido que menos les servía: el de los bochazos largos y los centros frontales. Y allí, por izquierda y por derecha, aparecieron Cellay (gran figura), Schiavi, Desábato y Re. Sacaron todo. Verón, en el medio, tuvo un primer tiempo más activo como recuperador que como creador. Corrió, raspó y metió tanto como el Chapu Braña. Bien cubierto por los costados, con Enzo Pérez y Leandro Benítez (jugó un partido poco vistoso pero también corrió una barbaridad) arriba quedaban muchos espacios para La Gata Fernández, que se mostró incisivo desde su primera intervención, y Boselli, siempre perfilado con el arco entre ceja y ceja, con su manual de buen goleador bajo el brazo.
Pero antes de este festejo que no terminará nunca, hubo un partido, un partido que Estudiantes manejó con relativa facilidad. Cruzeiro, el cuco que había terminado mejor en La Plata, nunca pudo meter miedo. El equipo de Sabella controló los tiempos y obligó a jugar el partido que quería. No le patearon arco en los primeros 20 minutos. Obligó a los rivales a jugar el partido que menos les servía: el de los bochazos largos y los centros frontales. Y allí, por izquierda y por derecha, aparecieron Cellay (gran figura), Schiavi, Desábato y Re. Sacaron todo. Verón, en el medio, tuvo un primer tiempo más activo como recuperador que como creador. Corrió, raspó y metió tanto como el Chapu Braña. Bien cubierto por los costados, con Enzo Pérez y Leandro Benítez (jugó un partido poco vistoso pero también corrió una barbaridad) arriba quedaban muchos espacios para La Gata Fernández, que se mostró incisivo desde su primera intervención, y Boselli, siempre perfilado con el arco entre ceja y ceja, con su manual de buen goleador bajo el brazo.
Sufrió poco en ese primer tiempo Estudiantes, sólo con un
cruce de Desábato tras escapada de Kleber. Y sufrió mucho más Cruzeiro,
con el gol que se perdió Boselli tras asistencia de la Gata (21), con la
jugada a la que casi llega Pérez tras triangulación Verón-Gata-Mauro
(30) y con ese quite excepcional de Magrao cuando Boselli también se iba
mano a mano al gol, otra vez tras asistencia de la Gata (32).
En el segundo tiempo, con la misma dinámica, un pelotazo de otro partido cambió completamente el escenario: Henriquez capturó una pelota suelta, su derechazo se desvió en Desábato y sorprendió a Andújar. Perdiendo 1-0 en Brasil, ¿qué le quedaba por hacer a Estudiantes? Seguir igual. No desesperarse. Y así fue. Cinco minutos después, Verón metió una pelota filtrada con el sello que sólo él es capaz de imponerle, Cellay llegó al fondo, tiró el centro y la Gata llegó para conectar detrás de Boselli. Fabio, el que había tapado todo en La Plata, esta vez tuvo una reacción tardía.
El 1-1 fue un mazazo para un Cruzeiro que comenzó a tambalear. Lejos de despertarse, los de camiseta azul empezaron a sentir los nervios y la presión de su propia gente. Y ahí llegó la definición, piña a piña, mano a mano, de un Estudiantes que se dio cuenta de que el rival estaba para nocaut. A los 23 Boselli aguantó por derecha, giró e hizo trabajar a Fabio. A los 24, por el otro lado, apareció libre la Gata en lo que pintaba para un mano a mano, aunque se demoró en el centro final. En ese mismo minuto, llegó Enzo Pérez para meter miedo. Dos minutos más tarde, nuevamente Enzo Pérez se desprendió y dejó titubeando al fondo de Cruzeiro, que llegó a despejar al córner. Y de ese tiro de esquina, magistralmente ejecutado por Verón, llegó el cabezazo de Boselli -a lo Palermo, otro hijo dilecto Pincha- para terminar de construir la leyenda. Cruzeiro quedó groggy, sin reacción, sin ideas, y recién reaccionó a borbotones, en aquellas tres jugadas de los últimos 5 minutos. Fue una victoria por demolición. Así es Estudiantes, el tetracampeón de América.
Diego Borinsky
En el segundo tiempo, con la misma dinámica, un pelotazo de otro partido cambió completamente el escenario: Henriquez capturó una pelota suelta, su derechazo se desvió en Desábato y sorprendió a Andújar. Perdiendo 1-0 en Brasil, ¿qué le quedaba por hacer a Estudiantes? Seguir igual. No desesperarse. Y así fue. Cinco minutos después, Verón metió una pelota filtrada con el sello que sólo él es capaz de imponerle, Cellay llegó al fondo, tiró el centro y la Gata llegó para conectar detrás de Boselli. Fabio, el que había tapado todo en La Plata, esta vez tuvo una reacción tardía.
El 1-1 fue un mazazo para un Cruzeiro que comenzó a tambalear. Lejos de despertarse, los de camiseta azul empezaron a sentir los nervios y la presión de su propia gente. Y ahí llegó la definición, piña a piña, mano a mano, de un Estudiantes que se dio cuenta de que el rival estaba para nocaut. A los 23 Boselli aguantó por derecha, giró e hizo trabajar a Fabio. A los 24, por el otro lado, apareció libre la Gata en lo que pintaba para un mano a mano, aunque se demoró en el centro final. En ese mismo minuto, llegó Enzo Pérez para meter miedo. Dos minutos más tarde, nuevamente Enzo Pérez se desprendió y dejó titubeando al fondo de Cruzeiro, que llegó a despejar al córner. Y de ese tiro de esquina, magistralmente ejecutado por Verón, llegó el cabezazo de Boselli -a lo Palermo, otro hijo dilecto Pincha- para terminar de construir la leyenda. Cruzeiro quedó groggy, sin reacción, sin ideas, y recién reaccionó a borbotones, en aquellas tres jugadas de los últimos 5 minutos. Fue una victoria por demolición. Así es Estudiantes, el tetracampeón de América.
Diego Borinsky
Revista El Grafico
AGRUPACIÓN APERTURA PINCHARRATA MDP
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