CLASICO 150 - ESTUDIANTES VS. GIMNASIA
Los dos se fueron con sensaciones disímiles, y apuntándole a Laverni
Tuvo
todos los condimentos el clásico primaveral que construyeron ayer
Estudiantes y Gimnasia. Se puede decir que no le faltó azúcar, tampoco
pimienta y mucho menos sal.
A ninguno de los dos, por distintas
circunstancias que se fueron produciendo a lo largo de los 90 minutos
(las incidencias estuvieron a la orden del día), le cayó bien el empate
(1-1) precisamente por eso, lo que se fue gestando a partir de los
fallos del árbitro rosarino Saúl Laverni que, en su debut en un derby
platense, se fue con su mochila cargada de reproches y críticas.
Hubo
goles, emociones, piernas fuertes, muchas -demasiadas- exageraciones
por parte de los protagonistas, y pitazos erróneos de un árbitro que
trató de sacar adelante el partido sin llegar a ser drástico, y en el
momento de serlo tuvo la desgracia de equivocarse, como ocurrió en la
jugada clave del clásico, que derivó en el gol del dueño de casa.
Hacia
adentro, albirrojos y albiazules buscaron luego de no cargas tanto las
tintas sobre el árbitro y hurgaron más en sus propios errores o
limitaciones como los responsables del porqué no pudieron quedarse con
el festejo grande en el clásico 150 del profesionalismo.
Un
clásico que en el trámite tuvo de todo pero que, evidentemente, le
faltó el picante, como que haya público visitante. Y un clásico sin
hinchada rival deja de ser ciertamente un partido como “Dios manda”,
aunque este detalle sin duda que le otorga un plus extra al Lobo que,
sin sus hinchas en la tribuna y con todo en contra, supo estar a la
altura y cerca estuvo de quedarse con todo, y no le faltó mucho.
Y
para el Pincha las cosas no le funcionaron del todo bien. Es más, no
pudo escaparle a la medianía en que transita actualmente, y con Verón en
cancha y sin Verón en cancha, nunca pudo encontrar un funcionamiento
colectivo que le permitiera torcerle el brazo a un rival que lo
sorprendió con su gran carácter y oficio.
Así, pareciera que fue
un partidazo. Pero no ocurrió así. Primero arrancó muy mal con unos
inoportunos papelitos que se arrojaron a la cancha y que obligó a que,
para sacarlos, a que el partido arrancara varios minutos después.
Después
la pierna fuerte y las exageraciones y esa actitud “moderadora” de
Laverni lo que arrimando a un peligroso precipicio. La lesión de Verón,
el gol del colombiano Correa, y esa ya entronizada -en todos, los que
están adentro y los que lo ven desde afuera- de pedir penal o tarjeta
ante cualquier acción en donde se viera perjudicado su equipo. Y, se
sabe, lo que pinta, al final, madura. Las cosas se descarrilaron en el
segundo tiempo.
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