Estudiantes se bajoneó con los goles en Núñez. Terminó con nueve jugadores y perdió 2-1

EN EL FINAL, LOS JUGADORES MOSTRARON
LA DECEPCION POR EL PARTIDO PERDIDO
COMENTARIO
Por MARTIN CABRERA
Por MARTIN CABRERA
Es
difícil analizar un partido que se jugó un tiempo en un estadio y el
restante en otro. Eso fue lo que pasó ayer en Victoria, en la derrota de
Estudiantes 2-1 a manos de Tigre, que significó el final a su sueño de
ser campeón y mostró la deslucida imagen de un equipo que a lo largo del
año se destacó por ser todo lo contrario a lo realizado ayer.
Estudiantes
salió a jugar el partido con la seriedad que lo ameritaba. Mucha
entrega en el medio, dos laterales dispuestos a pasar al ataque y una
defensa absorbiendo cada intento de los delanteros de Tigre.
En
ese contexto fue ampliamente superior. Manejó la pelota de izquierda a
derecha y de derecha a izquierda. Verón, en su último partido, fue eje
de cada ataque, como un marionetista con sus muñecos.
Así empezó a
avisar en cada pelota parada. Primero tocó el timbre Franco Jara luego
de un buen desborde de Leonardo Jara por derecha, y minutos después fue
Desábato, empujando una pelota en el primer palo tras centro desde la
izquierda.
La tercera fue la vencida. Córner desde la izquierda
para que luego de una peinada en el primer palo le dejara servido el gol
a Guido Carrillo, que se arrojó para empujar la pelota y gritar el
primer gol del partido, que encendía una luz de optimismo a pesar de que
las noticias que llegaban desde Núñez no eran para nada alentadoras.
El
Pincha ganaba (y merecidamente) 1-0 en Victoria, lo mismo que River a
Quilmes en el Monumental. Los más de 200 hinchas en la tribuna se
abrazaban a la esperanza de que las radios trajeran buenas noticias.
Pero duró lo que el agua en la mano la ilusión: en sintonía con el gol
de Carrillo llegó el segundo de River, que le puso punto final a la
cruzada por el torneo Final.
Ese segundo gol de River terminó de
apagar las esperanzas albirrojas. Lo sintió el equipo, que de repente
empezó a perder la pelota, el manejo y la posición. La parte anímica se
convirtió en el peor enemigo y un rival imposible de vencer.
Así
creció Matías Pérez García, que con una gambeta endiablada empezó a
mostrar el camino hasta el arco de Rulli, que en los primeros 35 minutos
del primer tiempo había sido un espectador más, como los muchos que se
habían acercado hasta el estadio.

La parte final fue lo peor de Estudiantes en todo el
torneo. Nunca más volvió al campo luego del cierre y por eso en tres
minutos Tigre tuvo dos chances claras de gol en contra. La primera la
salvó Rulli, pero la segunda fue gol de Godoy, ingresando por el segundo
palo.
Tras cartón cuando todavía no había asimilado el golpe
sufrió otro más: la expulsión de Franco Jara, que se fue de boca con
Pablo Lunati y dejó a su equipo con diez hombres en el peor momento.
Nunca
más hubo igualdad en la cancha, y menos al escuchar el tercer y cuarto
gol de River sobre Quilmes. El Pincha se quedó sin brújula ni ideas.
Mucho menos ánimo para dar vuelta la historia. Se perdieron Gil Romero,
Correa y Auzqui, los socios de la Brujita y sólo la entrega de Leo Jara
fue el único camino hasta Damián Albil.
Estudiantes nunca tuvo
una chance para empatar y si Tigre no aumentó fue por la mala definición
de sus delanteros, que prefirieron gozar tocando la pelota para los
costados en lugar de ser verticales.
Para colmo se fue expulsado
Schunke por una fuerte infracción en la mitad de cancha, para hacer más
desdibujada todavía la imagen de un equipo que, a lo largo del año sacó
chapa de sólido.
Final del partido y final a una ilusión que
había caído del cielo luego de los últimos resultados. Hubo bronca en la
cancha y en los vestuarios. Pero sin lugar a dudas que con el correr de
los días el semblante será otro. Estudiantes jugó un gran campeonato y
sembró una ilusión que tal vez pueda cosechar más adelante. Ayer, por lo
pronto, no fue el día indicado.
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