lunes, 14 de julio de 2014

Lucharon como guerreros, cayeron como héroes

Argentina tuvo todo para ganarlo y se le escapó el sueño mundialista en el final. Honor y reconocimiento a un equipo de gladiadores que volvió a prestigiar la camiseta albiceleste




Por NICOLAS NARDINI ENVIADO ESPECIAL RIO DE JANEIRO

El dolor del final será difícil de mitigar. La ilusión de todo un país era muy grande. Pero nada puede empañar la ejemplar campaña de la Selección Nacional en la Copa del Mundo en la que anoche se coronó Ale mania. La Albiceleste cortó un ayuno de 24 años sin estar en una decisión mundialista y llegó a esa instancia de manera inobjetable, luchando con armas nobles, disciplina táctica, rigor, trabajo, humildad y sin apelar jamás al juego brusco.
El equipo de Alejandro Sabella prestigió como ninguno en 24 años la camiseta de nuestro país. Llegó en silencio a Brasil hace casi ya 40 días y quebró una barrera que parecía infranqueable para nuestro fútbol: la de los cuartos de final. Se volvió a decir presente en siete partidos, igualando lo producido en el Mundial de Italia, en 1990. Y en la final frenó el impulso de un adversario que estaba pensando en otra goleada (como la que le propinó a Brasil) y terminó desconcertado ante el orden del conjunto de nuestro país.
Fue una final diferente a la que se presagiaba. Ayer se quemaron todos los papeles. Alemania lejos estuvo de ser la máquina trituradora que expulsó al dueño de casa de la final. Argentina estuvo sólida como en toda la fase de eliminación directa. Esta vez, vaya paradoja del destino, nuestro combinado falló en la faceta en la que siempre estuvo sobrado: en la definición. Sí, allí donde tiene a los mejores del mundo, el equipo defeccionó. Higuaín, Messi y Palacio perdonaron a los teutones, que luego aprovecharon su cartucho en el final del tiempo extra.
NADA QUE REPROCHAR
En todo trámite futbolístico, el guión va ofreciendo aristas valiosas para el análisis. No todo se reduce al resultado. Hay matices, detalles que mucha veces terminan siendo determinantes en la definición de los cotejos. Más allá de todo eso, en el plano general, no hay nada que reprocharle a esta Selección. Los muchachos de Sabella estuvieron a la altura de los acontecimientos.
Borraron de un plumazo las especulaciones que daban cuenta de una posible goleada o hasta de un paseo alemán. Cerraron los caminos del adversario, fueron solidarios, dieron todo, no se guardaron nada en el tanque. Lucharon como verdaderos guerreros y cayeron como héroes, después de sudar hasta la última gota posible por la gloria de la camiseta que llevaban puesta.
Y cayeron de pie, con dignidad, compitiendo hasta el final. Entendiendo esta palabra en su acepción más pura. No se vieron golpes arteros, ni pérdidas de tiempo, ni nada que pueda estar en el plano de lo reprochable. Fue un equipo digno de ser aplaudido, como hicieron al final los brasileños, recién cuando se les fue el susto de que Argentina les de la vuelta olímpica en su Mundial y de haber mirado el partido con su equipo fuera de competencia y vapuleado por dos veces en pocas horas.
Cayeron de pie, con dignidad, compitiendo hasta el final. Entendiendo esta palabra en su acepción más pura
Que la decepción fue grande, es verdad. Que un país entero espera desde hace 28 años cambiar las lágrimas de tristeza por las de felicidad, también. No obstante, lo sucedido en ese fatídico segundo tiempo del suplementario, no puede borrar todas las alegrías que este equipo le dio a al pueblo futbolero. Argentina se reinstaló en la elite del fútbol después de más de dos décadas. Y lo hizo sin subirse nunca al caballo de la soberbia, este proceso tendría que servir de ejemplo para todo lo que viene. Tras la derrota en la final no quedan ruinas, quedan bases sólidas para seguir por este camino correcto.
Quizás Messi, el mejor jugador del mundo y consolado ayer con el Balón de Oro, era quien más merecía el trofeo máximo. Hizo un gran Mundial y se expuso incluso a la crítica que no toma en cuenta los sobremarcas permanentes que el rosarino sufrió. Es verdad que no hizo la mejor final, como tampoco el resto de la ofensiva. No es menester caerle a alguien en particular, muchos menos al futbolista más determinante no solo del Mundial, sino de todo el ciclo Sabella, el DT que más hizo rendir a la Pulga desde que es el “10” de nuestro combinado. Mascherano, un león en la mitad de la cancha, era otro claro merecedor de un final feliz. Fue un Jefazo, terminó la lucha con la frente bien en alto.
Pasó una Copa del Mundo que se cerró con un sabor agridulce por el mazazo del final. Cuando baje la espumita, se disipen los efectos del lógico dolor de todo hincha que vio como se esfumaba una gran ilusión, y pasen algunas horas, empezará a tomar real dimensión el gran Mundial realizado por la Argentina. Un torneo que será recordado por el protagonismo, por haber quebrado barreras históricas, por las movilizaciones de público jamás vistas en ninguna competencia deportiva y porque nos permitió volver a creer que todo es posible, siempre que haya unión, trabajo y honestidad. Dieron todo. Ya forman parte de la galería de las grandes selecciones de la historia de nuestro país. 

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