jueves, 4 de septiembre de 2014

Uno no quiso, el otro no se animó y por eso ganó el cero

ANALISIS. EL PARTIDO DE IDA DEJÓ EN EVIDENCIA EL TEMOR QUE TUVIERON LOS DOS EQUIPOS

La presión y el maldito gol de visitante conspiraron en contra del clásico copero


MENDOZA Y AUZQUI, A LA CARRERA, LUCHAN POR EL BALÓN. EL LOBO Y EL PINCHA QUEDARON A MANO EN EL BOSQUE
MENDOZA Y AUZQUI, A LA CARRERA, LUCHAN POR EL BALÓN. 
EL LOBO Y EL PINCHA QUEDARON A MANO EN EL BOSQUE

Por Martin Cabrera

Hacía diez años que un clásico platense no terminaba 0 a 0 (Apertura 2004 en 57 y 1). Una década plagada de emociones, triunfos, goleadas y gritos. Podía ganar uno o el otro, pero el espectador estaba seguro que iba a sentir las pulsaciones a mil. El de ayer no tuvo nada de eso. Fue un fiasco con todas las letras, sólo vivido con atención hasta el final por hinchas locales. Difícilmente alguien que no simpatiza por Gimnasia o Estudiantes haya soportado los 90 minutos atento a la TV.
¿Por qué fue un empate sin goles? Básicamente porque al tratarse de un partido de 180 minutos, que se definirá dentro de 14 días en el estadio Unico, ninguno de los dos equipos terminó de soltarse y marcar con firmeza que quería quedarse con el triunfo.
Gimnasia directamente no quiso atacar. Sorprendentemente, se plantó de mitad de cancha para atrás a la espera de cortar una pelota y apostar por una contra. Ni siquiera quiso lastimar por las bandas para generar algún centro punzante.
Los últimos quince minutos fueron un show de pelotazos frontales sin sentido. Ninguno de los dos buscó ganar
No fue el Gimnasia del sábado último. No fue el equipo de Pedro Troglio, ese que presiona y muerde. Se limitó a marcar en la mitad de cancha. Pocas veces se plantó en ofensiva y por eso tuvo una sola chance clara de gol: la del último minuto, la que Cerutti le entregó a Pablo Vegetti y que éste terminó rematando por arriba del travesaño.
Ni siquiera con los cambios el DT le dio señales a sus jugadores de querer ganarlo. Pero no fue un problema de actitud sino de estrategia. Dentro de 14 días se sabrá si fue acertada o no.
Estudiantes dejó una imagen apenas mejor. Tímidamente tuvo la iniciativa, con los chispazos de Joaquín Correa, las corridas de Auzqui y la voluntad de Guido Carrillo. Pero fue Román Martínez el más claro y el que de media distancia estuvo cerca de romper el molde.
De afuera dio la sensación que, de animarse, podía quedarse con el partido. Porque aun con el freno de mano le generó cuatro o cinco situaciones de gol a Fernando Monetti. Guido Carrillo al minuto, una de Diego Vera desde afuera del área que pasó cerca, un cabezazo junto al palo del delantero de Magdalena y un remate desde la medialuna de Martínez que embolsó el arquero.
Mauricio Pellegrino tampoco dio señales de querer ganarlo. Porque el primer cambio (que fue ofensivo, por cierto) lo realizó a los 33 minutos del segundo tiempo. Ezequiel Cerutti se metió por Auzqui para que el equipo lo ganara por la banda derecha. Pero el Pocho no lo hizo y terminó más recostado por la izquierda. Fue allí donde se mandó una macana que pudo costarle muy caro a su equipo.
Como habrá sido de apático el partido que ni siquiera hubo roce ni pierna fuerte. Casi que ni siquiera se discutió una jugada que en otro clásico puede llevarse cinco minutos de boquilla. ¡Un clásico con dos amonestados no debe tener otro igual en la historia!
El temor al gol de visitante
Sin lugar a dudas se pensó más en evitar el gol de visitante que en otra cosa. Gimnasia prefirió tener su arco en cero a buscar el gol en el otro arco. Valoró el 0 a 0 casi como una buena noticia. Sabe que ahora la obligación será de Estudiantes y jugando de contra se siente mejor. Será por eso que no cayó tan bien el empate en el vestuario visitante. El temor a que un gol le complique la noche hace vislumbrar otro clásico de mucha marca y poco ataque. Pensar que antes un 0-0 de visitante en un partido de ida era para celebrar, ya que la definición en casa aumentaba las expectativas. Ahora no ¿Y si van directamente a los penales y nos evitamos otro fiasco? 

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