ANALISIS. EL PARTIDO DE IDA DEJÓ EN EVIDENCIA EL TEMOR QUE TUVIERON LOS DOS EQUIPOS
La presión y el maldito gol de visitante conspiraron en contra del clásico copero
MENDOZA Y AUZQUI, A LA CARRERA, LUCHAN POR EL BALÓN.
EL LOBO Y EL PINCHA QUEDARON A MANO EN EL BOSQUE
Por Martin Cabrera
Hacía diez años que un clásico platense no terminaba 0 a 0 (Apertura
2004 en 57 y 1). Una década plagada de emociones, triunfos, goleadas y
gritos. Podía ganar uno o el otro, pero el espectador estaba seguro que
iba a sentir las pulsaciones a mil. El de ayer no tuvo nada de eso. Fue
un fiasco con todas las letras, sólo vivido con atención hasta el final
por hinchas locales. Difícilmente alguien que no simpatiza por Gimnasia o
Estudiantes haya soportado los 90 minutos atento a la TV.
¿Por
qué fue un empate sin goles? Básicamente porque al tratarse de un
partido de 180 minutos, que se definirá dentro de 14 días en el estadio
Unico, ninguno de los dos equipos terminó de soltarse y marcar con
firmeza que quería quedarse con el triunfo.
Gimnasia directamente
no quiso atacar. Sorprendentemente, se plantó de mitad de cancha para
atrás a la espera de cortar una pelota y apostar por una contra. Ni
siquiera quiso lastimar por las bandas para generar algún centro
punzante.
Los últimos quince minutos fueron un show de pelotazos frontales sin sentido. Ninguno de los dos buscó ganar
No
fue el Gimnasia del sábado último. No fue el equipo de Pedro Troglio,
ese que presiona y muerde. Se limitó a marcar en la mitad de cancha.
Pocas veces se plantó en ofensiva y por eso tuvo una sola chance clara
de gol: la del último minuto, la que Cerutti le entregó a Pablo Vegetti y
que éste terminó rematando por arriba del travesaño.
Ni siquiera
con los cambios el DT le dio señales a sus jugadores de querer ganarlo.
Pero no fue un problema de actitud sino de estrategia. Dentro de 14
días se sabrá si fue acertada o no.
Estudiantes dejó una imagen
apenas mejor. Tímidamente tuvo la iniciativa, con los chispazos de
Joaquín Correa, las corridas de Auzqui y la voluntad de Guido Carrillo.
Pero fue Román Martínez el más claro y el que de media distancia estuvo
cerca de romper el molde.
De afuera dio la sensación que, de
animarse, podía quedarse con el partido. Porque aun con el freno de mano
le generó cuatro o cinco situaciones de gol a Fernando Monetti. Guido
Carrillo al minuto, una de Diego Vera desde afuera del área que pasó
cerca, un cabezazo junto al palo del delantero de Magdalena y un remate
desde la medialuna de Martínez que embolsó el arquero.
Mauricio
Pellegrino tampoco dio señales de querer ganarlo. Porque el primer
cambio (que fue ofensivo, por cierto) lo realizó a los 33 minutos del
segundo tiempo. Ezequiel Cerutti se metió por Auzqui para que el equipo
lo ganara por la banda derecha. Pero el Pocho no lo hizo y terminó más
recostado por la izquierda. Fue allí donde se mandó una macana que pudo
costarle muy caro a su equipo.
Como habrá sido de apático el
partido que ni siquiera hubo roce ni pierna fuerte. Casi que ni siquiera
se discutió una jugada que en otro clásico puede llevarse cinco minutos
de boquilla. ¡Un clásico con dos amonestados no debe tener otro igual
en la historia!
El temor al gol de visitante
Sin
lugar a dudas se pensó más en evitar el gol de visitante que en otra
cosa. Gimnasia prefirió tener su arco en cero a buscar el gol en el otro
arco. Valoró el 0 a 0 casi como una buena noticia. Sabe que ahora la
obligación será de Estudiantes y jugando de contra se siente mejor. Será
por eso que no cayó tan bien el empate en el vestuario visitante. El
temor a que un gol le complique la noche hace vislumbrar otro clásico de
mucha marca y poco ataque. Pensar que antes un 0-0 de visitante en un
partido de ida era para celebrar, ya que la definición en casa aumentaba
las expectativas. Ahora no ¿Y si van directamente a los penales y nos
evitamos otro fiasco?
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