lunes, 21 de septiembre de 2015

Los números son su “boletín” y allí saca un aprobado elogiable

“LEON” INTENSO. En Liniers tuvo poco juego, pero no paró de correr

La efectividad continúa siendo el sostén de la buena campaña. Falta alguien que conduzca

El equipo albirrojo que salió a jugar en Liniers y que logró tres puntos importantes para el campeonato
El equipo albirrojo que logró el triunfo ante Velez

Por Martin Mendinueta
OPINION

La tabla de posiciones no miente y es allí donde Estudiantes mejor está. Con muchas más victorias que derrotas, y una mesurada cantidad de empates, el equipo que semana a semana retoca Gabriel Milito infla el pecho de orgullo por la gran cosecha obtenida hasta el momento. Cuarenta y dos puntos en veinticinco presentaciones habla de una estabilidad que sería injusto no valorar.
Cuando todavía está lejos de mostrar un fútbol realmente seductor (sus rendimientos más altos fueron ante River y Aldosivi en condición de local), la ausencia de un conductor que lo guíe a la hora pasar al ataque representa, quizás, la mayor carencia. Juan Manuel Sánchez Miño le ha dado más tenencia y mejores pases en la zona de gestación, aunque necesitaría mayor determinación para asumir ese rol que hoy está vacante. Entre él, Gastón Fernández (habrá que ver si puede estar o no en el gran choque ante Rosario Central por la Copa Argentina) y Luciano Acosta, deberían repartirse los momentos del partido para orientar y darle buen cauce a la intensidad que distingue a este equipo donde los jóvenes se hacen notar.
Ante los chicos de Vélez, Estudiantes corrió mucho. Lo hizo toda la noche y eso habla de una formación comprometida con el libreto que determina su entrenador. Sin haber sufrido demasiado en defensa, donde su oficio resultó clave para frenar el inexperto ímpetu de los locales, tuvo el inconfundible rasgo de la intensidad como una de sus principales armas. Había que aguantar el ritmo de los chiquilines de MIguel Russo, y el “Pincha” lo hizo sin fisuras.
Es cierto que eso que le falta al “León” de Milito es lo más buscado en el universo del fútbol. Carlos Tévez conduce a Boca como Sebastián Verón condujo a un Estudiantes multicampeón. Se sabe, no abunda semejante clase de jugadores, pero compartir la responsabilidad del armado ofensivo entre dos o tres intérpretes de buena técnica puede ser una alternativa saludable.
Ezequiel Cerutti es el delantero de mayor jeraquía y bien asistido sería todavía más valioso. El regreso de “La Gata” le ha hecho bien a todo el sistema ofensivo. Su manera de moverse por los bordes del área lubrica los ataques, pero necesita a alguien más que haga de nexo para construir mejor juego. Sánchez Miño parece estar ganando confianza. Al buen manejo que tiene debe sumarle mayor convicción. Tiene que “creérsela” un poco más, confiar en su desequilibrio y no lateralizar tanto. Si se anima a ser más punzante, más vertical, probablemente les brinde una ayuda grande a sus compañeros de ataque.
MENDOZA TITULAR Y CERQUITA ANSELMO
Jugar con una referencia de área dispuesta a luchar noventa y pico de minutos con los zagueros rivales parece hoy una necesidad impuesta por el sentido común. Para esa función ahora está Diego Mendoza y creo que deberían mantenerlo. Lo que no se entiende es por qué Federico Anselmo, el rubio criterioso que entró bárbaro frente a Aldosivi, no está habitualmente en el banco de suplentes. Lo poco que ha jugado en primera lo hizo bien. Es punzante y mostró tener recursos como centrodelantero. Con ellos dos no deberían originarse más dudas, por lo menos hasta el próximo mercado de pases, sobre quiénes deben ser los “puntas de lanza” del plantel principal.
La principal deuda sigue estando en la creación, a veinte metros del arco rival, donde nadie (salvo Acosta en la jugada del gol) es capaz de colocar pases entre líneas, los que verdaderamente hieren generando peligro.
Los números indican que la campaña es buena. La Liguilla Pre-Libertadores es una meta absolutamente lógica. El DT ya no escucha tantas críticas. Los hinchas, lentamente, van recuperando el optimismo. Todo eso es bastante para un ciclo de trabajo que nació tironeado por la desconfianza.

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