TITULO HABILITANTE. RECIBIÓ EL DIPLOMA DE CANDIDATO A GANAR LA ZONA 2
Con una gran noche de “La Gata” y el cómplice guiño del destino, hizo que su gente se fuera pensando que quizás...
Por MARTIN MENDINUETA
OPINION
OPINION
Sin ese final de novela, hubiera sido sólo un muy atractivo espectáculo sostenido por la generosa intensidad de ambos equipos. El tema central fue que los minutos transcurridos entre el segundo gol de los tucumanos y el pitazo final de Fernando Espinoza, regalaron todos los matices dramáticos que únicamente el fútbol puede generar.
Iban 42 minutos del segundo tiempo cuando Cristian Menéndez (un “tanque” peligroso) anotó, desde el piso, el dos a dos que parecía inmodificable. Iban 49’, cuando Jonatan Schunke se arrodilló agradeciendo la bendición de haber convertido ese gol que jamás le arrebatará el olvido. Estudiantes pasó de tener un punto que lo dejaba malhumorado y con la ilusión herida, a sumar los tres que significan pura presión para ese líder de andar tan seductor llamado Lanús.
Que le hayan cobrado un penal a favor tan cerca del final, ya era una nota de altísima emotividad; pero que Cristian Lucchetti (un poco adelantado) desviara el remate de Schunke por arriba del travesaño, multiplicó la tensión. Por un par de segundos, se paralizaron los corazones de todos los Pinchas, los que estaban en el estadio y los que querían romper la pantalla del televisor. Pocos se detuvieron a mirar al juez de línea número dos (personaje clave de esta historia). Gonzalo Pedro, parado a la izquierda del arquero visitante, indicaba con el banderín en alto que Lucchetti se había adelantado. La tele (menos mal que ninguno rompió la suya) constató la impresión del asistente. Espinoza volvió a convocar a los actores principales y ese muchacho barbudo, cada vez más querido por los hinchas del “León”, ahora sí embocó su tiro. El gol fue legal. No hubo trampa. Sin embargo, una rara sensación de injusticia todavía hoy me empuja los dedos que golpean el teclado. “El línea hizo lo que debía”. Sí. “Está para eso, para ver si el arquero se adelanta. Se adelantó y se lo hizo saber al árbitro principal”. Perfecto. Estamos de acuerdo.
Será entonces que el uso y las costumbres de este fútbol argentino tan parecido a nuestra manera de vivir confunden a quien escribe. No me pareció que el adelantamiento de Lucchetti ameritara anular su atajada y repetir la ejecución. Es cierto que así lo indica la reglamentación; tanto como que muy pocas veces, ante situaciones parecidas, se ha tomado esa decisión.
Imagine por un instante si eso le ocurre a Mariano Andújar en Tucumán, después de una enorme volada y en el último minuto de un partido que Estudiantes logre empatar tan cerca del cierre. ¿Qué dirían los hinchas albirrojos? Sólo haciendo ese ejercicio podrá entenderse la bronca de los que llegaron desde la provincia norteña.
GASTON FERNANDEZ AMO Y SEÑOR DE LOS ELOGIOS
Antes de ese final de película, hubo un trámite hermoso concebido por la ambición de los contendientes. Allí, “La Gata” ratificó su clase, su jerarquía y su lucidez. El primer gol fue muy lindo, pero el segundo lo superó. La pegada con rosca, generada por el borde interno de su botín derecho, resultó majestuosa. Fernández hay muchos, “La Gata” sólo uno.
Estudiantes tuvo dos referentes más. Uno fue Israel Damonte, el “villano de pelo blanco”. Dejó la piel en la cancha y, una vez más, fue el jefe del dueño de casa. Corrió, trabó, guapeó, molestó. Estuvo donde debía. Hizo todo lo que tiene que hacer el cinco de un equipo. Cuanto menos lo quieran los contrarios, más lo valorarán sus compañeros.
Otro de enorme aporte para la causa fue Leandro González Pirez. Su eficacia crece partido a partido. En el primer tiempo despejó de cabeza un remate que llevaba mucho olor a gol, pero además le otorgó seguridad a la línea de fondo. ¡Este sí es el buen refuerzo que fue a contratar la dirigencia! Si el titular no fuera un hombre tan significativo para las entrañas del Club como es el “Chavo” Leandro Desábato, seguramente la mayoría pediría que el ex River continuara entre los once.
¿Qué significó tamaña noche de nervios que derivó en aquel brutal desahogo? Un diploma para el ganador. Un título habilitante. Estudiantes se fue a dormir sintiéndose genuino candidato para ganar la Zona 2. Eso ya justifica con creces la dedicación y el sacrificio diario. Representa, ni más ni menos, que el camino de inicio hacia el sueño más dulce.
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