El Pincha se quedó con el derby número 158 en la cancha de
Quilmes. El trámite del cotejo fue parejo pero el León pudo festejar
ante su público, por la mínima diferencia, gracias al tanto de Israel
Damonte
¿El sabor del encuentro o el sabor del esfuerzo? Estudiantes, en
Quilmes, se adjudicó una vez más el clásico ante Gimnasia, con un gol de
laboratorio que fue ensayado durante la semana y que derivó en un
festejo interminable en un momento justo. Apelando a su manual, el
Pincha recurrió a una jugada preparada que tuvo a Israel Damonte
ganando con la nuca en el área y festejando con un grito contenido
después de una lesión.
Como aquel que paga el salón para organizar una fiesta, el León no
tardó en lucir el traje de anfitrión. Tomó las riendas del partido y
señaló los caminos para jugarlo.
Los invitados, en este caso, fueron los más de 25 hinchas que
llegaron desde La Plata y vieron como el equipo de Vivas logró imponer
autoridad adueñándose de la pelota. Así golpeó las puertas de Martín
Arias al minuto de juego, cuando Sánchez entró en diagonal al área para
definir abajo ante el achique de Martín Arias.
Gimnasia, como un boxeador que buscaba salir desordenado y aturdido
de las cuerdas, contestó con una arremetida desprolija de Alemán, que
dejó en el camino a Sánchez y terminó con una definición forzada desde
afuera del área.
Las proyecciones de Oreja por la izquierda resultaron más peligrosas para el Lobo que las de Gorga por la derecha.
El Vasco Aguirregaray jugó un partido ordenado, pero sufrió cada vez
que el lateral de Gimnasia se juntaba con Licht por su posición.
Estudiantes, con disciplina táctáctica (4-1-4-1), apeló al criterio
de Braña y la entrega de Damonte para empezar a volcar la cancha a su
favor.
Viatri terminó conteniendo el final de las jugadas que se iniciaban
en campo propio y el equipo de Alfaro se vio obligado a retroceder.
Ante la falta de definición en los últimos metros, el Pincha logró arrinconar a su adversario a fuerza de tiros libres.
Tanto fue así que por esta vía, el equipo de Vivas justificó la
diferencia en el juego y, especialmente, en la tenencia de la pelota: en
una jugada preparada a los 25 minutos, Schunke, Viatri y Desábato
cortinaron a Damonte, que ingresó en el corazón del área para capturar
un tiro libre de Dubarbier en el que Solari intervino amagando para
distraer a Martín Arias.
El equipo de Alfaro acusó recibo y se soltó por inercia en el campo.
El Pincha, más tranquilo con el resultado, bajó la intensidad y el partido cambió de protagonista.
Así, los últimos minutos del primer tiempo tuvieron a Gimnasia
volcado en el ataque, con dos definiciones anuladas por offside y con
Andújar tapando un tiro libre de Alemán y otro de Ramírez.
Ni siquiera la presencia de Romero yendo a buscar todos los córners
al área de Estudiantes le alcanzó al equipo albiazul para igualar el
marcador en la primera mitad. Estudiantes reguló y se fue conforme al
vestuario.
El Lobo arrancó mejor en la parte final, con un remate de Gorga que sacó Andújar abajo del arco luego de un tiro libre.
Como hace diez años, cuando Estudiantes sacaba a relucir toda su
mística en los momentos difíciles contra Gimnasia, otra vez el arquero
albirrojo apareció para anular todos los intentos del eterno rival.
El León se paró de contragolpe explotando la verticalidad de Solari y
la velocidad de Cavallaro, que entró muy bien en el partido.
Entonces, como aquel que tiene a su merced a su contrincante para dar
la estocada final, Estudiantes lo perdonó cuando Solari quiso asistir a
Cavallaro dentro del área y Oreja salvó la definición sobre la línea.
Gimnasia, resignado como púgil que no logra meter la mano para
enderezar las acciones, se fue desgastando. Ni siquiera un remate de
Ramírez y un disparo de Faravelli pudieron doblegar al arquero
albirrojo.
El Pincha terminó con la entrega interminable de Braña y la voluntad de Aguirregaray.
Con lucha, entrega y fricción, el clásico se terminó diluyendo en los intentos desesperados del Lobo.
En Quilmes, el Pincha disfrutó del sabor del reencuentro...
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