EL IMPACTO ANTE BOCA EMPARDA O SUPERA LA VICTORIA FRENTE A GREMIO
Por MARTÍN MENDINUETA
No fue Pellegrini. Ni Zuqui. Ni Gómez. Ni Campi. Fueron todos. Y eso hizo que el éxito pudiera ser disfrutado por sus fieles de punta a punta.
El inapelable triunfo conseguido ante el equipo que reúne mayor cantidad de cotizadas figuras se gestó, en gran medida, por la línea de conducción que ha bajado el director técnico Leandro Benítez. El tutor del grupo puso en funcionamiento un saludable ejercicio de la memoria “Pincha” y así logró recuperar la esencia que identifica el ADN de la institución. En breve, podrá equivocarse en el momento o directamente con el protagonista al ordenar un cambio sobre la marcha de un partido, pero su gran mérito como novel entrenador ya nadie lo discute. Estudiantes se mira al espejo y se reconoce.
Con el “Chino”, los de camiseta roja y blanca corren siempre, jamás dejan de marcar y no resignan la presión sobre la tenencia del rival. ¿Y jugar? ¿Cómo lo hace? Lo ejecuta con lógicos vaivenes de eficacia e intensidad propios de la jerarquía y de las características de sus jugadores. La manera de atacar también es parte de ese libreto que ha causado tanta aceptación popular. Perdió en Mendoza por un error propio y vaya uno a saber cuántos encuentros más perderá. No hay equipo invencible. Lo valioso es que enfrenta los desafíos partiendo de una idea concreta, firme y, sobre todo, coherente con su rica historia futbolística.
Estudiantes se mueve en la cancha como un equipo integrado, sin eslabones perdidos ni egoísmos. Es un bloque macizo que juega y pelea con la alternancia propia de los grupos inteligentes. Desde la modestia de sus recursos ha sabido reformular su identidad. Todos dan la sensación de entregarlo todo. Será por eso que desde la tribuna brota tanta identificación. Y, al mismo tiempo, cada uno sabe hasta donde le permiten sus posibilidades técnicas entreverarse en las cuestiones del armado ofensivo. Lo que hizo ante el campeón reinante de la Superliga resultó tan o más impactante que la reciente producción frente a Gremio de Porto Alegre por la Copa Libertadores de América.
El orden, rasgo básico para cualquier estructura que cimente su funcionamiento en lo colectivo, lo está poniendo a salvo de cualquier turbulencia grave, pero es el coraje el valor supremo que lo lleva a convertirse en un rival peligroso para cualquiera que lo enfrente.
Si sobre un equipo de once (en realidad fueron catorce con los tres suplentes que ingresaron) hubo siete jugadores que, tranquilamente, pueden ingresar al podio de los mejores, está marcando algo muy fuerte. Ante el poderoso Boca del mellizo Guillermo, Iván Gómez, Matías Pellegrini, Fernando Zuqui, Gastón Campi, Pablo Lugüercio, Mariano Andújar y Fabián Noguera dieron la talla de la dura pulseada con holgura. Fueron baluartes de una formación que siempre supo cómo debía manejarse ante semejante rival.
LUGÜERCIO, EL QUE YA NO PODÍA JUGAR
Horas antes del debut por la Copa Argentina ante Central Córdoba de Rosario, cuando se conoció la decisión de Benítez de incluir entre los titulares al “Payaso” no fueron pocas las voces de queja que se escucharon en el contestador de la radio “La Redonda”. “Ya está grande”. “¿Para qué exponerlo a la crítica más cruel?”. “No está para jugar, ya dio todo lo que tenía. Hay que darle las gracias y hasta luego”. Era, sin dudas, el jugador con menos aceptación de los once que iban a saltar al campo. Incluso, lo siguió siendo después de aquella victoria por goleada.
El cambio, rotundo por cierto, llegó la noche de Copa. Pablo Lugüercio hizo un trabajo soberbio como infranqueable dique de contención sobre la banda derecha, delante de Facundo Sánchez; y al irse reemplazado escuchó una catarata de aplausos conmovedora. El veterano “Payaso” los hizo sonreír de nuevo.
Algo muy parecido ocurrió el último lunes. Volvió a transformarse en un obrero más. Siempre dispuesto a ayudar al compañero que lo necesita. Fue y vino sin tomarse recreos. Tocó y obstruyó. Limpió la jugada propia y molestó en la ajena. Cuando el “Chino” decidió cambiarlo por Lattanzio, a los 24 del complemento, se repitió la historia. Aplausos y ovación. Lugüercio, el que ya no podía jugar, agradeció tanto cariño. Y se fue tranquilo. Había colaborado un montón para que los tres puntos fueran de Estudiantes.
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