Por: Martín Cabrera
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Hasta acá llegó Estudiantes, ni mucho ni poco. Más de lo que varios imaginaban al inicio de la copa pero un menos de lo que pensaban unos cuantos cuando el equipo se clasificó de manera anticipada a la fase final... En cuartos de final, y en su cancha, fue eliminado por Independiente, luego de empatar 0-0 en los 90 minutos reglamentarios y de perder 4-1 en la definición por penales. Así, con mal gusto, le bajó el telón al torneo y tendrá un largo tiempo para pensar en lo que se le vendrá en adelante.
No sería justo decir que la eliminación fue un fracaso para Estudiantes. Para nada, porque a cada rato tendrán que recordarle aquellos que lo digan que este equipo había salido último en la copa pasada y, con un puñado de refuerzos, logró volver a ser un equipo sólido, se clasificó a cuartos de final y jugó de igual a igual contra un grande argentino, con chances concretas de acceder a semifinales. Además, recuperó algunos jugadores que estaban olvidados, dio pelea y se plantó en más de un escenario.
Pero la moneda también tiene otra cara: en el partido que más tenían que aparecer sus jugadores más importantes de mitad de cancha hacia adelante eso no sucedió. No pudo en todo el partido encontrar su norte porque esos jugadores no estuvieron precisos. Léase Lucas Rodríguez, Juan Sánchez Miño, Ángel González y los cuatro delanteros que estuvieron en cancha, los dos que iniciaron y los que entraron luego. En el complemento, pero mucho más después de quedar con un jugador más, el esquema de Zielinski se hizo añicos como un cristal y allí esas falencias que había mostrado en otros partidos se hicieron más evidentes. No le dio para más y ese bien puede ser un reproche interno y de los hinchas. También de la prensa, lógico. No pudo ni supo cómo generar una situación de riesgo al arco de Sebastián Sosa. No logró ni llevarse por delante al rival, que lejos de agachar la cabeza se hizo más fuerte. En definitiva, la expulsión de Thomas Ortega benefició más al Rojo que a Estudiantes, aunque parezca increíble.
El partido fue de ajedrez. Los dos equipos jugaron a dar pocos pases y apostar a la profundidad mediante pelotazos. En ese escenario, se destacaron los defensores de un lado y otro. El uruguayo Rogel por Estudiantes y Juan Manuel Insaurralde en la vereda de enfrente, los mejores. Algo de Jorge Rodríguez y varias insinuaciones de Sebastián Palacios y Alan Velasco. Pero realmente se vio muy poco fútbol y mucho estudio. Hubo demasiado respeto y desde el primer minuto quedaron expuestas las fórmulas de unos y otros.
La expulsión de Ortega terminó beneficiando al Rojo porque Estudiantes no supo qué hacer
El Pincha quiso sorprender con alguna de las muchas pelotas recuperadas en la mitad de cancha. Pero, tal como se dijo, los jugadores que debían trasladarla fallaron en el intento. Siempre un mal pase, una decisión equivocada o una buena acción del rival. Por eso el plan quedó a mitad de camino.
La única posibilidad concreta que tuvo el Pincha en los primeros 45 minutos fue un cabezazo de Fabián Noguera que pegó en la parte superior del travesaño. Todo se inició luego de un tiro de esquina desde la derecha que ejecutó Pasquini, que antes cabecearon Rogel y Leandro Díaz. Fue la única jugada que pudieron “elaborar” los de Zielinski.
En los dos minutos finales Independiente, con la movilidad de los jugadores rápidos que puso Julio Falcioni por las bandas -Alan Velasco y Sebastián Palacios-, llegaron dos chances de gol para la visita, que una salvó Mariano Andújar y la otra fue despejada por los defensores.
En el segundo tiempo arrancó mejor y más decidido el Rojo. Se lo vio confundido al Pincha con los dos cambios: los ingresos de Fede González y David Ayala por Díaz (de un partido para el olvido) y Pasquini. No se entendió qué quiso buscar Zielinski al retroceder a Sánchez Miño a la banda izquierda cuando en el medio era alguien que podía dar un salto de calidad.
Pero a los 13 llegó la jugada clave: la expulsión de Thomas Ortega, tras una falta sobre Leo Godoy que luego la tele mostró no fue tal. Lejos de beneficiar a Estudiantes lo perjudicó. Porque a partir de ese momento no supo en los más de 30 minutos cómo tomar el protagonismo del partido. Apostó por demás a los desbordes de Godoy por derecha y algún que otro pelotazo. Sólo eso.
El Rojo resignó toda posibilidad de manejar la pelota, se refugió en su campo aun sin que el rival se lo llevara por delante, manejó el partido con experiencia y poco más. Ni siquiera así Estudiantes le pudo patear al arco, salvo un cabezazo débil de Cauteruccio y una aparición de Godoy, sin marca, por el segundo palo que definió por arriba del travesaño. Poco para un equipo con aspiraciones.
Independiente celebró la llegada de los penales, como sabiendo que era más. Allí mostró que anímicamente no tiene rival, que su arquero es una pesadilla para los que patean y que los responsables de hacerlo estaban confiados. Suficiente para ganar la serie y meterse, merecidamente, en semifinales.
Castigo para Estudiantes, porque no supo atacar en el segundo tiempo, no tuvo ese salto de calidad que muestran los grandes equipos en los momentos determinantes y le faltó aplomo en los penales. Aun así, la campaña es para destacar. Cuando pase la bronca por lo de anoche será momento de destacar todo lo bueno. Que fue bastante. Hoy toca masticar la bronca.
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