En el día de ayer se cumplieron 10 años de la muerte de Edgardo Prátola. La gente de Estudiantes lo recordó con emoción. Hubo un minuto de silencio
Fue un minuto de silencio respetuoso, impactante. Con la emoción a flor de piel en todos los hinchas. El estadio enmudeció, luego de que estallaran los aplausos cuando por la pantalla LED del Estadio Ciudad de La Plata se pasaran una serie de imágenes del protagonista, muchas de ellas en plena acción vistiendo los colores albirrojos.
Parece mentira, pero ayer se cumplieran 10 años de la partida de este mundo del Ruso Edgardo Fabián Prátola, todavía en plena juventud, y doblegado por una cruel enfermedad a la que enfrentó con un conmovedor estoicismo.
El Ruso nació en el barrio de Tolosa, el 20 de mayo de 1969. Integrante típico de una familia de trabajadores, que cada día lo extraña más. Casado con Ana Laura, fue papá de Camila y de Iara. Y fue pincharrata de alma y corazón.
Fue un jugador con un tesón inclaudicable. De códigos. Amigo de los amigos. Sus primeros pasos los dio en el club San Martín de Tolosa, para llegar a Estudiantes, dónde se ganó un lugar, dónde sufrió un descenso y dónde fue el capitán del equipo que hizo historia en el ascenso.
Además supo vestir otras camisetas. Jugó en el León de México y en Unión de Santa Fe, para regresar en el 2000 a lucir otra vez la camiseta albirroja, la que defendía con tanta pasión. Era admirable su entrega y despliegue, y como la transpiraba, además.
Casi ya sin fuerzas por el mal que ya lo venía aquejando, su último partido lo jugó el 11 de marzo del 2001 ante el clásico rival: Gimnasia. Y ganó 2 a 1 en la vieja y hoy desaparecida cancha de 57 y 1. El destino ya le había empezado a jugar en contra.
A partir de allí comenzó su gran lucha. Que enfrentó en silencio, hasta que en un momento la hizo pública. Ocurrió el 12 de abril de 2001, un mes después de su último clásico. Llegó una operación, y después en City Bell, en rueda de prensa un poco improvisada, no tuvo empacho en dejar en claro que estaba jugando el partido más importante.
"A mí me pusieron una piedra en el camino y Dios me dijo arreglátela. No me voy a quedar con los brazos cruzados. Primero está la vida, lo tengo que hacer por mis hijas y mi gran ilusión es estar en la cancha aunque sea un minuto. Será mi forma de decir gracias".
Pero el partido era muy desigual, aunque dio pelea hasta el final, hasta en inferioridad, pero con alma y garra de León. Pero no pudo ser. El 27 de abril del 2002 se cerraron sus ojos. La gente, que lo respetó en cada cancha, y que luego lo apoyó y alentó en su lucha, ayer lo recordó con mucho sentimiento y emoción, y en el Estadio Unico, tras el minuto de silencio, atronó el "Ruso...Ruso..."
No caben dudas en cuanto a que Prátola sigue vivo en su familia, en la gente de Estudiantes, en el corazón de sus compañeros, y en todos aquellos que gustan del fútbol y hasta en aquellos que estaban en la tribuna de enfrente pero que lo supieron respetar porque dentro de la cancha no se guardaba absolutamente nada, porque así lo sentía.
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