EL ENORME ALIVIO ANTE BOCA TAMBIEN DEJO UNA
CONCLUSION
La diminuta estatura de su juego contrastó con la figura tranquilizadora de Gerónimo Rulli. Fue el sostén del desahogo
EL EQUIPO ALBIRROJO QUE TUVO
EN EL GOLERO GERONIMO RULLI A SU
JUGADOR MAS VALIOSO Y QUE REGRESO
AL TRIUNFO TRAS ONCE PARTIDOS
OPINION
Por MARTIN MENDINUETA
Por MARTIN MENDINUETA
Debajo
de la espuma triunfal, quedó el último sábado otra nítida radiografía
de la precaria realidad albirroja. Luego de haber cumplido con la máxima
regla que exige el fútbol moderno, la de la eficacia resultadista, el
repaso racional de su producción lo ubica en el mismo plano de
preocupación que habitaba antes del alarido brutal que desató
Maximiliano Núñez.
Mauricio Pellegrino, el flamante tutor
de ademanes tan ampulosos como entendibles, tiene por delante un desafío
ideal para canalizar sus bríos de joven director técnico: Que
Estudiantes se amigue con la pelota, que sepa tenerla, cuidarla y, a
partir de ello, construir la identidad de juego que erosionaron tantas
derrotas. El primer tiempo del partido que finalmente supo aguantar fue
lacrimógeno. En ese lapso se mostró incapaz de generar al menos una
situación de peligro, o de zozobra para Agustín Orión. Avanzó sin
atacar. La mejora respecto a Quilmes había sido nula.
Una
tibia mejoría asomó en el capítulo final. Román Martínez ayudó a
lateralizar la tenencia aprovechando el ancho de la cancha, al tiempo
que Boca fue resignando la ilusión creativa que había instalado el zurdo
Sánchez Miño. En semejante contexto de chatura, la combinación que
terminó en la red del “Virrey” bien puede definirse como una joya.
Hermosa pelota de Jara (a medida que madure, será cada vez más titular)
para Zapata (Duván ya sabe que lo suyo es pelear solo en un deporte
pensado para apreciar lo colectivo), buen remate del moreno, despeje de
Orión y una invitación personal a Núñez para entrar al paraíso por la
puerta del VIP. Hacía mucho que no escuchaba un grito de gol que durara
tanto. Cada hincha repitió una decena de veces la palabra mágica. Si
antes había aguantado, a partir de ese tesoro Estudiantes tuvo todavía
más claro cómo debía encarar el “siglo” que faltaba.
GARANTÍA DE CONFIANZA
Sin
las intervenciones magníficas de Rulli, el “aguante” hubiera fracasado.
Al traje de héroe que estaban cosiendo para Maxi tuvieron que alargarlo
de mangas y de piernas. El metro ochenta y siete del nene que ataja en
pantalones largos aumentó el trabajo de la modista . Hizo todas bien. Su
ágil figura acaparó las miradas con asombro, los insultos quejosos de
Silva y de Paredes, la ovación de la gente y hasta los elogios de su
cuerpo técnico. A los veinte años Gerónimo fue el sostén de una victoria
que su carrera jamás olvidará. La frescura que irradia para dominar la
escena transmite seguridad, genera confianza y eso es exactamente lo
mejor que le puede pasar a un arquero; que los rivales sientan que es
muy difícil vencerlo.
¡Ojo! También llegará el día en que
Rulli ataje mal. Se va a “comer” algunos goles tontos, parientes
cercanos de los que empujaron a Agustín Silva a la cornisa del ridículo.
Allí entonces deberá estar firme y convencida la estructura
institucional (léase directivos, secretario técnico y entrenador de
turno) para sostener la convicción, si es que realmente la tienen, de
bancarlo. Lo peor que puede hacer Estudiantes en el próximo mercado de
pases sería ir a contratar a un arquero. Si lo hiciera, se estaría
apartando, como tantas veces en los últimos tiempos, del sentido común.
Con
Rulli y Silva ya tiene el tema del arco solucionado. Hoy que el primero
se cansa de recibir felicitaciones empalagosas, Pellegrino y sus
colaboradores debieran ocuparse de seguir bien de cerca a Silva. De no
dejarlo arrumbado, de entrenarlo bien fuerte, de preguntarle qué le
pasa, de marcarle errores y de ayudarlo a mejorar. Eso es “manejo de
grupo”, hacer sentir importante a todos y a cada uno de los que lo
conforman.
Estudiantes consiguió sacarle tarjeta roja a la mufa. Ahora deberá trabajar duro para que la alegría lo visite más seguido.
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