Por momentos su juego fue desesperante. Dominado por un mix de Patronato, no pudo agarrar la pelota. Las variantes se hicieron tarde
La brecha entre lo mal que jugó Estudiantes y el incuestionable valor de lo conseguido ayer, fue tan amplia que enmaraña el ejercicio de elegir los vocablos apropiados para el análisis.
Sin perder de vista que el Pincha está disfrutando el paso a paso de una campaña muy dulce, esta vez su desempeño sembró tanto nerviosismo como temor a perder en cada uno de sus hinchas. Ganó, entre otras cosas, porque el fútbol suele repartir algunas satisfacciones claramente inmerecidas.
Verlo tan cerca del líder invita a pensar sobre dos diagnósticos que, lejos de anularse, conviven sin conflicto: Unas cuantas virtudes tiene Estudiantes para haberse instalado tan alto en la tabla, y el torneo no encuentra a un equipo capaz de despegarse con autoridad del resto.
AGUIRREGARAY ES MUY DIFERENTE A PASQUINI, ¿QUIÉN TIENE QUE JUGAR?
Después de observar la pobre prestación defensiva del Vasquito y, también, de ratificar su convicción y capacidad técnica para pasar al ataque con absoluta idoneidad, se abre el debate. ¿Quién debiera ser titular en la banda izquierda de la defensa ante Platense?
Pasquini, a quien le cuesta brillar y basa su prestación en la prolijidad y el orden para ocupar los espacios que le asignan, jamás ofrecerá la impronta peligrosa de Aguirregaray, propietario de muchas dificultades para cumplir con el rol básico de un defensor. Cualquier decisión de Zielinski generará aprobaciones y rechazos, pero teniendo en cuenta la escasa inventiva apreciada en el sector de ataque, no sería saludable desperdiciar el aporte de quien ayer protagonizó la única posibilidad de gol albirroja durante el segundo tiempo.
De todos modos, Estudiantes sufrió el partido en cada línea y ya abundaban los malos rendimientos en el inicio del complemento, cuando fue el momento propicio para empezar a cambiar piezas.
El Vasquito no es ordenado atrás, pero Pasquini nunca pasará al ataque como Aguirregaray
El técnico equivocó su lectura de las acciones y demoró, innecesaria y peligrosamente, las variantes que reclamaba la situación. Su equipo no agarró la pelota en casi todo el complemento y él prefirió convivir con la angustia por un dominio local fácil de apreciar.
En un contexto donde ninguno de sus hombres pudo llegar a los siete puntos de calificación, podría haber reemplazado a Pellegrini (muy floja labor), a Castro, a Pancho Apaolaza o a Del Prete bastante antes.
LAS RAZONES DE UNA NOTABLE COSECHA DE PUNTOS
En un torneo que basa su gran atractivo en no tener claro quién será el campeón, el León del Ruso tiene los inconfundibles rasgos de un equipo serio que ha trabajado su identidad. Guste mucho o poco, Estudiantes molesta, incomoda y les demanda a sus oponentes un esfuerzo completo para poder doblegarlo. Nadie lo vencerá jugando al trote o guardándose energías. Para superarlo hay que ser intenso por la sencilla razón de que Estudiantes lo es sin tomarse licencias. Aun jugando mal, como en gran parte de esta victoria esencial para sus aspiraciones, el Pincha siempre hace saber que no será presa fácil de ninguno.
Decididamente instalado en zona de clasificación a los torneos continentales, Estudiantes se reconoce tan imperfecto como dispuesto a todo. Y es este último rasgo el que le asigna el derecho a soñar en grande. Quizás no le alcance. Tal vez aspire en demasía, pero fortaleza y apetito de gloria no le faltan.
El periplo mesopotámico le entregó un par de satisfacciones contundentes. A Unión le ganó aburriéndose; y a Patronato, agradeciendo la bendición recibida.
Entre los apuntes sueltos para revisar en el Country se destacan: Los zagueros centrales con espacio a cubrir sufren. El “Corcho” Rodríguez está en un nivel muy bajo. Pellegrini patea mejor los penales que Apaolaza. Zuqui se va a extrañar, y Ayoví zafa de una crítica extremadamente cruel por la ubicación del equipo en la tabla. En sintesis, mucho para festejar... y mejorar.
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