jueves, 30 de mayo de 2013

A LOS 68 AÑOS SE APAGO EL FUEGO QUE IRRADIABA EL TUCUMANO

Su recia estampa de defensor se recordará siempre

AGUIRRE SUAREZ, JUNTO A UNA DE SUS HIJAS, EN SU ULTIMO CUMPLEAÑOS
AGUIRRE SUAREZ, JUNTO A UNA DE SUS HIJAS, 
EN SU ULTIMO CUMPLEAÑOS
La noticia pegó en la noche de ayer muy fuerte en la ciudad porque se trataba de un persona tan respetada como querida. La muerte del tucumano Ramón Alberto Aguirre Suárez , caló muy hondo en la sensibilidad de la familia de Estudiantes de La Plata, en particular, como también de todos aquellos que admiraron su recia estampa de sólido defensor, puntal de aquel equipo de Osvaldo Zubeldía que precisamente en este mes de mayo celebra muchos de los logros internacionales obtenidos.
La muerte sorprendió al “Negro” Aguirre Suárez en su domicilio de calle 39 entre 8 y 9. Se estima que fue producto de la larga enfermedad que lo aquejaba y que lo tenía recluido en ese lugar, aunque siempre estuvo rodeado de sus seres queridos como también en los muchos amigos que cosechó a través del fútbol.
Había nacido en Tucumán el 18 de octubre de 1944. Tenía 68 años y desde hacía bastante le venía dando pelea a una dura enfermedad.
SU CARRERA
Siendo muy pibe aún llegó a La Plata para incorporarse a las divisiones menores de Estudiantes, en donde debutó en primera división en 1966. Defendiendo la casaca albirroja ganó el torneo Metropolitano de 1967, las Copas Libertadores de América de 1968, 1969 y 1970 (contra Palmeiras, Nacional y Peñarol), la Intercontinental de 1968 (contra el Manchester United) y la Interamericana en 1969 (contra Toluca). Luego jugó en el Granada F.C. de España entre 1971 y 1974, 1974 y 1975 en el Salamanca y finalmente se retiró en 1977 jugando cuatro partidos para el Club Atlético Lanús.
No le gustaba vivir de recuerdos. Por eso en su casa no había nada que recordara sus logros deportivos. Así era el Negro, terminante. De una sola hoja. Y explicaba así el porqué de esa determinación de vida: “No soy un nostálgico y el valor de mi trayectoria fue rescatado por el periodismo”. Pero también reflexionaba de esta manera: “No me gusta vivir de recuerdos. Para mí, lo que pasó ya quedó atrás. Nos queda la alegría y las nostalgia. Pero no quiero volverlas a vivir. Pero Estudiantes fue la etapa más brillante en mi carrera futbolística. De cualquier manera, soy alguien que no vivo ni vivió nunca del pasado”.
AMELO O DEJELO
Así era Aguirre Suárez. Se lo amaba u odiaba. Pero un gran amigo de los amigos y, al respecto, abundan las anécdotas.
Pero inevitablemente su figura estuvo anexada al equipo pincharrata que marcó el momento más rico deportivamente hablando de Estudiantes.
“Aquel equipo tenía mucha disciplina. Creo que en todos los órdenes, si no se marca una disciplina es muy difícil conseguir logros”, admitía.
Y sobre su derrotero en el club, en donde le quedó clavada la espina que no se pudo sacar de poder haberlo dirigido en algún momento, expresó que “estuve siete años en Estudiantes. Fueron tan intensos como imprevistos, verdad, por las circunstancias que se fueron sucediendo. Llegué para jugar en las inferiores, con la tercera fuimos subcampeones y a partir de allí ganamos todos los títulos que se conocen”.
Luego el fútbol y la vida lo llevaron a España, a Granada más precisamente, en donde fue también muy querido y respetado, pero un buen día resolvió pegar la vuelta para radicarse definitivamente en La Plata.
“He pasado muchos momentos tristes. Estuve preso por el fútbol, salí muchas veces de una cancha acosado por el público. Pero el día que me fui de Estudiantes sentí realmente tristeza. ¡Y eso que no iba para Europa! a un buen club y atraído por un buen contrato. Pero uno sentía que al partir algo muy lindo quedaba atrás para siempre”, se sinceró Aguirre Suárez en una charla periodística.
En nuestra ciudad cumplió distintas actividades, y una de las que se recuerdan, además de comerciante, fue el de responsable de las actividades deportivas del club San Luis.
Y en el último tiempo, cuando sufrió los embates de una enfermedad que lo tuvo siempre a mal traer, pues nunca le hizo bajar los brazos y siempre estuvo asistido y apoyado por su familia y aquellos amigos de fierro que le dio el fútbol.
“Estoy agradecido al fútbol, porque me aseguró un bienestar. Pero también tengo cinco hijos, y ése es mi orgullo”, remarcó.
De aquel Granada que integró entre 1971-1972, y que derrotó (en Los Cármenes) a todos los grandes, la prensa española rescataba la seguridad que daba atrás el tándem de centrales Aguirre Suárez-Fernández y también la fama (merecida) de excesiva dureza del dúo. Roberto Perfumo, aquel recordado defensor internacional de aquella época, que jugó en Racing y River, en entrevista periodística dijo refiriéndose a Aguirre Suárez: “ya no hay centrales como él, una raza extinguida de hombres que eran fieras defendiendo el área”.
Para los que no lo vieron jugar, se puede decir que era un jugador fuerte, sólido marcador, que imponía respeto en cada cancha y que tenía una verdadera vocación ganadora. Recio y resuelto. De los que ya no existen casi en el fútbol de hoy en día. 

“Ni Satanás, ni la Madre Teresa...”  

SEMBLANZA Por Héctor Collivadino

Sin duda alguna, el Negro Aguirre Suárez dejará ese consabido e irreversible vacío imposible de llenar. Era una de las figuras más emblemáticas del deporte. Duro como el quebracho dentro de la cancha, baluarte insustituible de aquella defensa granítica del Estudiantes campeón de todo, los míticos equipos de Zubeldía, el Negro fue también, fuera del campo de juego, un ser entrañable, de gran corazón.
Actuó con singular fiereza y precisión, sobre todo en los partidos más difíciles para marcar a atacantes rivales de todo calibre, hasta a los más célebres, y neutralizarlos. Desde sus inicios cuando llegó de Tucumán y pasó a integrar aquella Tercera que mata, la campeona de Ignomiriello y base de los campeones mundiales, hasta en los campeonatos locales, los choques por la Libertadores, la Copa Intercontinental o los de la Liga Española cuando lucía con las camisetas de Salamanca o el Granada donde actuó luego de alcanzar la gloria con Estudiantes.
Sin embargo esa dureza innegociable en los campos de juego, terminaba exactamente allí. De gran comunicación con la gente, en su papel de padre de varios hijos después de formalizar su matrimonio en la Ciudad, el Negro, llegó a tener un bar emblemático, el Granada en 6 casi 48. Allí saludaba a todo el mundo y también atendía al que necesitaba ayuda de cualquier tipo.
El tiempo y espacio es tirano. Extraigo para concluir una vivencia: la nota última de varias páginas para El Gráfico que le hicimos al iniciarse este siglo con Eduardo Verona. Y el título, en el que se autodefinía: “Ni Satanás, ni la Madre Teresa de Calcuta”. Frase para la reflexión de un grande del deporte y de la vida.
 
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