martes, 27 de agosto de 2013

Se acabaron las dudas, Guido Carrillo es el 9 de Estudiantes

LA GRAN FIGURA CONTRA BOCA MERECE LO QUE TIENE

El querible crédito de Magdalena hizo todos los deberes como para disfrutar este presente

GUIDO CARRILLO, DOS GOLES PARA CONFIRMAR QUE EL EQUIPO PUEDE OLVIDARSE DE ZAPATA
GUIDO CARRILLO, DOS GOLES PARA CONFIRMAR 
QUE EL EQUIPO PUEDE OLVIDARSE DE ZAPATA

OPINION Por Martín Mendinueta
Minuto cuarenta y seis del segundo tiempo. Penal para Estudiantes y nadie tiene dudas sobre quién lo va a patear. Va él. La figura de la cancha. Está encendido. Como nunca antes jugando en primera. Orión, vestido de amarillo intenso, es un ropero que achica el arco, pero no para Guido. Pocos pasos de carrera, derechazo abajo, cruzado, contra el palo derecho y a cobrar. Dos a cero al Boca de Bianchi y de Riquelme. Dos de Carrillo. ¡Cómo no perdonarle que corra en el festejo, se saque la camiseta y señale en la parte baja de la platea a otros Carrillo, pero muy especialmente a su papá! Marcelo, el padre de Guido, también jugó al fútbol, también era centrodelantero, dicen que cabeceaba mejor que su hijo y, sin embargo, una lesión le impidió debutar en la primera de Independiente. A los Carrillo, una familia numerosa e identificada sentimentalmente con Boca, les importó nada que su equipo preferido fuera víctima de los azotes goleadores del “nene”. Fueron muchos años de sacrificio. Magdalena no queda cerca de City Bell. Los viajes eran cansadores. Sólo Marcelo, vendedor de seguros, y Laura, su esposa, saben de la perseverancia de su hijo para alcanzar eso tan lindo que, recién ahora, está empezando a cosechar.
Cuando era chico, Guido iba a ir a probarse en Gimnasia, pero un amigo, Gonzalo Vega, un año más grande, ya jugaba en Estudiantes y su papá, “Coni”, fue el que convenció a los Carrillo para que lo llevaran al “Pincha”. Hoy todos están chochos de la vida. Hoy, en Magdalena hay fiesta. El “Olé, olé, olé, olé... Gui-do, Gui-do” de la multitud exultante fue una canción de gloria. La gélida noche del 25 de Agosto de 2013 Carrillo se ganó definitivamente la confianza de los hinchas. Sin título, sin papeles que lo avalen, se convirtió en el número nueve de Estudiantes.
LE FALTA MARKETING
Uno lo ve vestido de traje y tiene pinta de estudiante universitario. No usa arito, lejos está de teñirse, no tiene tatuajes, su corte de cabello es sobrio y, como si todo esto fuera poco, gobierna a sus movimientos una sencillez pueblerina que trae de cuna. Guido es buenazo. Nunca entra en conflicto. Jamás discute. En la cancha no habla, ni gesticula, sólo juega. Y lo hace cada vez mejor.
El último domingo se divirtió en el juego aéreo ganándole siempre al “Cata” Díaz; pivoteando, cuidando la pelota, también despejando el peligro cerca de Rulli, jugando, como suele hacerlo, en función de equipo. Tiene internalizados los movimientos que indica el manual del delantero centro. Por todo eso, cuando marcó el primer gol, con un sablazo envenenado, muchos pensamos lo mismo: se lo merece.
En una muy positiva actuación de Estudiantes, con la primera media hora de alto nivel estético en el libreto ofensivo, y desplegando en cada cruce una saludable dosis de carácter firme que sus hinchas supieron valorar, Guido acaparó todos los flashes. Después de haber escuchado durante un buen tiempo (debutó en primera en 2011) que sus condiciones no le iban a alcanzar para ser el nueve titular, arrasó con esos juicios categóricos, borró las dudas y se encamina para continuar facturando como tantas veces hizo en las juveniles.
Claro, a Carrillo le falta marketing. Pero no es grave. Ni siquiera es un problema. Su claridad conceptual y el apetito voraz por triunfar en el fútbol que lo acompaña desde los primeros viajes en micro de Magdalena a La Plata, serán el combustible que lo hará festejar seguido junto a ese papá incondicional que cabeceaba como los dioses.

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