TODO ESTUDIANTES SABE QUE HAY MUCHO POR MEJORAR
Lejos de convencer en el campo, fue maduro y honesto en el análisis posterior. Mientras suma, afronta el gran desafío de crecer como equipo
LA ALEGRIA POR EL TRIUNFO NO BORRO
LA FLOJA LABOR DEL PINCHA ANTE COLON
OPINION
Por MARTIN MENDINUETA
Por MARTIN MENDINUETA
Pocas
veces un partido tan feo deparó tantas conclusiones positivas. Una vez
facturada la victoria, ningún protagonista albirrojo se aferró
desesperadamente a la dulzura del resultado (importantísimo para
terminar de enderezar la campaña). La expectante y seductora ubicación
en la tabla, el incuestionable dato estadístico que describe su
fortaleza como local (el invicto en esa condición trepó a 15
presentaciones) y el orgulloso registro de contar con la valla menos
vencida del torneo, pudieron haberlo confundido. Pero nada de eso
ocurrió. La euforia no subió a escena en los vestuarios de 32 y 25.
Nadie
quedó conforme con la actuación de Estudiantes. La incapacidad que
demostró para lucirse ante un rival debilitado en todo aspecto, fue
consecuencia directa de su abulia. En muchos momentos, el partido fue un
suplicio para cualquier espectador que le haya prestado atención. Y al
ganador, por considerarse que tiene un potencial, individual y
colectivo, claramente mayor a su oponente, le cabe un reproche más
severo.
Bastó que Leandro Desábato, sostén clave que
apuntala desde el fondo, incrustara su furibundo cabezazo en la red de
Montoya, para que el equipo empezara a deshilacharse. ¿Por qué le volvió
a ocurrir? ¿Acaso por la inseguridad que lo abruma cuando se pone en
ventaja? Lo que se vio fue tenencia precaria del balón, malas entregas,
errores no forzados por el adversario, casi nula profundidad, malas
decisiones y una imagen insalubre de liviandad e inconsistencia que
generó fastidio y somnolencia.
Pellegrino, consciente del
problema, no se animaba a sacar a Sebastián Verón porque entendía, con
muy buena lectura del trámite, que si lo hacía, corría el riesgo de que
su equipo terminará de desmoronarse. A Colón, achicado futbolística y
emocionalmente, sólo podía agrandarlo uno o varios errores de este
Estudiantes bipolar. Fue por eso que el DT estiró la permanencia en la
cancha de una “Brujita” que, sin jugar en gran nivel, irradió el
carácter, la vergüenza y el amor propio que les faltó a la mayoría de
sus compañeros.
RECLAMOS VARIOS
El
“Viejito” corrió y metió generosamente, equivocándose en muchas
entregas, es cierto, aunque marcando siempre de modo certero el camino
de actitud que tanto se le reclama a esta formación de andar irregular.
El razonamiento es tan básico como acertado entre los inquilinos de la
popular: Si Verón, con 38 años, el físico dañado y cerca del segundo
retiro, puede esforzarse y es vehemente aún en el error, ¿por qué los
más jóvenes no lo hacen?
Sentencias como “Hay que poner el
cerebro en remojo”, “el fútbol se juega con los pies, pero empieza en
la cabeza”, “falta entender más lo que hacemos”, “si no lo entendés, no
podés hacer carrera” (Verón); “Tenemos una materia pendiente y es la de
dar dos o tres pases seguidos”, “hay que hacerse cargo de la situación”
(Desábato); “Nos faltó manejar más la pelota, juego asociado y
combinaciones” (Pellegrino); retumbaron en la tardecita del feriado
nacional. Y ayer el tema mantuvo la misma dirección extendiendo la
autocrítica en la privacidad del Country. Corregir o intentar hacerlo
desde la plataforma de un triunfo resulta un ejercicio no tan incómodo.
Si
Estudiantes, a pesar de las fallas apuntadas, consiguiera derrotar a
ese candidato al título bien perfilado que es San Lorenzo (esto es
fútbol y no hay en el contexto nacional un equipo imbatible) se armaría
un lío de novela. Ante semejante coyuntura, encontrar el equilibrio debe
ser la meta del “León”. Por un lado, aparecen los 26 puntos que lo
ponen al acecho, en una situación que a más de uno le gustaría tener. Y
por el otro, sus carencias de maduración o de sapiencia para usufructuar
escenarios que se le presentan favorables. Allí está parado
Estudiantes, justo en la etapa de la transición donde se le reclama un
salto de crecimiento.
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