HISTORIA DE VIDA. LUCAS DIARTE HABLÓ DE SU PADRE, EX COMBATIENTE DE LA GUERRA DE MALVINAS
El lateral de Estudiantes dijo lo que significa el 2 de abril para sus afectos, a días de un nuevo aniversario. “Ojalá pueda conocer las Islas”
Por MARTIN CABRERA
Lucas Diarte creció
escuchando historias de Malvinas. Cada vez que se acercaba el 2 de abril
o en cuanta comida hubiese en su casa, en el humilde barrio Echeverría
de Tucumán, las anécdotas se sucedían una tras otra. No todas eran
felices ni despertaban una carcajada. Entre ellas la de su papá, Raúl,
que fue parte del grupo que trabajó en el portaaviones 25 de Mayo
durante la Guerra, en 1982.
Diarte padre es clase 1962 y había pedido prórroga
el año anterior. Como a tantos tucumanos le tocó hacer el servicio
militar en la base naval de Punta Alta.
Allí se desató el conflicto y, sin mediar explicaciones, se embarcó en
el ARA 25 de Mayo. Corría el mes de marzo de 1982 cuando se subió al
barco. Recién lo abandonó en octubre del año siguiente.
“Papá es un orgullo, para mí y para toda la
familia. Es un gran padre y un gran marido. Nos crió a los cuatro
hermanos de una manera muy sencilla. Nos dio todo lo que tuvo, pero por
sobre todas las cosas nos trasmitió humildad y sacrificio a pesar de
todas las cosas que le pasaron”, cuenta Lucas Diarte,
el defensor de Estudiantes, que en el medio de su presente soñado en el
equipo se hizo un rato para contar la historia de su viejo, ahora que
está por llegar un nuevo aniversario del inicio del conflicto.
“Ya con 5 ó 6 años mi papá me hablaba
de la Guerra. Y cuando estábamos en la escuela primaria, en el colegio
Monserrat, cada 2 de abril iba por las aulas contando sus historias y
reivindicando a los soldados”
-¿Cuándo te contó por primera vez que había estado en Malvinas?
-Sinceramente no recuerdo cuándo, pero desde que
era chico lo sabía. Ya con 5 ó 6 años me hablaba de la guerra. Y cuando
estábamos en la escuela primaria, en el colegio Monserrat, cada 2 de
abril iba por las aulas contando sus historias y reivindicando el
trabajo de los soldados. Para los informes llevaba medallas, diplomas y
fotos. Para todos nosotros era un orgullo escucharlo y, para mis
compañeros, un placer.
-¿Qué representa para ustedes cada aniversario de la Guerra?
-Lo vivimos de una manera muy especial. En Tucumán
siempre se reúnen todos los ex combatientes para hacer la vigilia. El va
siempre con mi mamá, porque ella de alguna manera también fue parte. Ya
eran novios cuando comenzó la Guerra. Siempre cuenta que no tenían
comunicación y que fueron muy difíciles para los dos aquellos meses.
Raúl Diarte trabajó en la sala de máquinas del
portaaviones que fue una pieza insignia para la Armada nacional. Desde
allí despegaban los A4Q y algunos helicópteros. “Yo estaba con dos
colimbas de Santa Fe, en
el subsuelo, haciendo trabajos de tornería y reparando motores de los
aviones”, relata telefónicamente a este diario desde su Tucumán natal el
ex combatiente, mientras disfruta junto a su familia del momento que
está viviendo su hijo en Estudiantes.
-¿Qué fue lo más impactante que escuchaste de tu papá?
-No sé si impactante, pero siempre me quedó grabado
cuando contaba que les daban mate cocido en tazas de lata. Como no
tenían mucho tiempo no podían ni llegar a tomarlo. Sólo podían morder el
pan duro, que mojaban en el agua hirviendo.
Durante los días en ese portaaviones se sucedieron
momentos tensos. Se encontraban mal comidos, mal entrenados, y con
escaso contacto familiar cuando se enteraron de que habían hundido al
crucero General Belgrano. Fue un shock a nivel mundial y mucho más para
los que estaban en esa zona. “No lo podíamos creer porque estaba fuera
del área de exclusión establecida. Para colmo nos dieron la orden de
estar alerta porque el submarino nuclear Conqueror ahora nos buscaba a
nosotros”, dice con mucha pasión este tucumano, hijo de Moises Antonio Diarte e Isidora Peralta y, al igual que el menor de la familia, marcador de punta izquierdo.
-¿Qué les contó del día que hundieron al Belgrano?
-Que estaban muy cerca y que la información que
tenían era que el submarino los estaba buscando a ellos. Dice que
estuvieron varios días dando vueltas por el mar, sin poder alejarse,
pero con una sensación de pánico.
-¿Te gustaría conocer las Islas Malvinas?
-Sí, me encantaría. Miré muchos documentales sobre
Malvinas, leí libros y escuché a muchas personas que tuvieron la suerte
de conocerlas. Ojalá algún día pueda conocerlas.
-¿Tus compañeros saben la historia de tu papá?
-Se enteraron hace poco. Isra (Damonte) se acercó
para preguntarme, me dijo que era un motivo de orgullo y que debía
haberlo contado antes. Ojalá algún día pueda venir a dar una charla
aquí.
Entre las historias que vivió Diarte en Malvinas hay una que todavía no pudo resolver: encontrar a la familia de Oscar Alfredo Diarte,
un colimba fallecido en combate. “Lo busqué por todos lados pero no
pude saber de dónde era. En algún momento pensé que podía llegar a ser
familiar, pero no creo”.
-¿Te lo había dicho?
-Sí, y me contó que mis abuelos cuando llegó la
información de que había fallecido, a través de los diarios, pensaron
que era él. Pasaron unos días hasta que les explicaron que era otro.
“Después de la Guerra estuve varios meses más sin
poder volver a Tucumán. Mi servicio era hasta el 30 de septiembre, pero
me dejaron hasta el 30 de octubre. A pesar de todo lo que habíamos
vivido tuvimos que quedarnos en Punta Alta enseñándoles a los clase ‘63
el trabajo en las máquinas del barco. Recién entonces pude reencontrarme
con mis padres”. Así cierra su relato este hombre que luego de la
guerra trabajó manejando locomotoras en el ferrocarril Belgrano, estuvo
arriba de un taxi y se las rebuscó cómo pudo para darles de comer a sus
cuatro hijos, Gabriel, Alejandro, Bruno y Lucas. Este último hoy es
titular en Estudiantes, cumpliendo el sueño que él no pudo cuando jugaba
a la pelota en clubes de la liga tucumana. “El ejemplo es mi papá, no
yo”.
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