A siete años de la última conquista de Estudiantes y a 24
horas de que se cumpla un nuevo aniversario del Apertura 2006, el
volante es el único jugador del actual plantel que estuvo en todas las
vueltas olímpicas del siglo XXI. Llegó en 2005, cuando el escudo del
club tenía ocho estrellas, y hoy ostenta orgulloso las once, sabiendo
que fue parte de una etapa de gran crecimiento
Este Estudiantes versión 2.0 tuvo en 2017 la conjunción de jugadores campeones. Pablo Lugüercio y Mariano Pavone volvieron a compartir un vestuario con Mariano Andújar, tal como había ocurrido en la primavera de 2006, cuando el Pincha volvió a ganar un título después de 23 años.
La Gata Fernández, a su vez, se reencontró con sus compañeros de
aventuras en la Copa Libertadores 2009 (Andújar fue uno de ellos) y el
Apertura 2010, como Leandro Desábato. A todos, sin
embargo, los une un apellido en común: Braña. El Chapu es el único
jugador del actual plantel que formó parte de todos los equipos que
ganaron títulos en los últimos doce años y, por ende, es el más campeón
dentro de los que todavía siguen en actividad.
Desábato había sido cedido a préstamo con el Cholo Simeone,
mientras que el Tanque Pavone y Lugüercio ya no estaban en el club
cuando el equipo alcanzó la gloria en el Mineirao ante Cruzeiro.
Andújar, en tanto, ya había dejado la institución cuando el 12 de
diciembre de 2010 (hace siete años) se obtenía el último campeonato
oficial de la historia.
Ayer, a modo de balance por todo lo hecho a lo largo del año y sin dejar de repasar las conquistas del pasado, Rodrigo Braña,
quien ante Boca recibió una camiseta por los 300 partidos con
Estudiantes, atendió a este diario y trazó metas y objetivos para 2018,
año que no se animó a rotular como “el del retiro”, ya que todo
dependerá de cómo se vaya sintiendo.
—¿Cómo te encuentra el final de 2017?
—Siempre que termina un año se siente el desgaste de todo lo que se
hizo: en este 2017 tuvimos el trajín de jugar tres copas y los partidos
del campeonato. En lo personal, lo que me deja tranquilo es que, cuando
volví al club, lo hice para serle útil al equipo. Por mi edad y por todo
lo que se vio, creo que pude lograrlo.
—El 7 de marzo vas a cumplir 39 años, pero no se te nota con ganas de retirarte…
—No me pongo una fecha. Mientras me sienta bien, voy a seguir
compitiendo. Lo único que pienso a los 38 años es venir a entrenar y
sentirme bien y útil para el equipo. Ahora no quiero pensar en lo que va
a pasar después de que termine la Superliga, porque a lo mejor digo una
cosa ahora y después termina pasando otra. Yo sé que no voy a jugar
mucho más al fútbol, pero cada vez que se me pasa por la mente, me pongo
un poco cabeza dura y quiero seguir.
—¿Reconocés que los hinchas esperan que jugadores como vos, la Gata, el Chavo, Pavone o Andújar puedan llevar al equipo a ganar otro campeonato?
—La verdad es que no le doy tanta importancia a lo que pasó. Trato de
venir a entrenar y dar lo mejor. Me gusta el presente, buscando dar lo
mejor de mí hasta el final de mi carrera. Soy consciente de que en el
club me quieren por lo que demostré siempre adentro de la cancha, nunca
tuve un inconveniente ni un problema con nadie. Tengo claro que la Copa
Libertadores es muy importante para este club, pero hay equipos muy
poderosos. Estamos en un momento de transición. Hubo muchos jugadores
que se tuvieron que vender. Si hoy tuviéramos a un Guido Carrillo o a un
Joaquín Correa, podríamos pensar en ganar la Copa. La idea es armar en
el mercado un buen plantel y aprovechar el tiempo que ganamos en estos
dos meses con (Lucas) Bernardi para asentarlo.
—A siete años del último título, ¿qué significa Estudiantes para vos?
—Acá jugué nueve años y, si te ponés a pensar, no hay muchos casos de
jugadores que se hayan quedado tanto tiempo en un club en el que no se
formaron o surgieron de las Inferiores. Tuve la posibilidad de ir a
otros clubes, pero siempre opté por tener regularidad antes de estar
pasando por muchos clubes y no jugar tan seguido como lo hago acá o en
Quilmes, que siempre me demostraron que me quieren. Este club me dio un
montón y yo siempre retribuí quedándome acá cuando me vinieron a buscar
para irme a otro lado.
—¿En qué se diferenciaron el equipo del Cholo y el de Sabella?
—El del Cholo era más dinámico y el de Sabella era más pensante. Con
Alejandro nos tocó jugar mucho tiempo sin un “9” de área. Estaban
Leandro González y la Gata. A la falta de gol la compensamos con los
tantos que marcaban Gabriel Mercado y Marcos Rojo, quienes pasaban
siempre al ataque y se sumaban como dos atacantes más. Con el Cholo, el
equipo era más vertiginoso y nosotros éramos más pibes. Lo teníamos a
(José) Sosa y al Tanque (Pavone), que estaba en el mejor momento, al
igual que la Bruja (Verón).
—¿Quién te marcó más: Sabella o Simeone?
—Los dos. Con el Cholo conseguimos un torneo heroico. Veníamos de
atrás contra Boca, pero lo alcanzamos, ganamos la final y dimos la
vuelta. Creo que con él tuvimos un quiebre en los entrenamientos.
Alejandro, por su parte, es un docente. Nos enseñó muchas cosas que cada
uno, con sus defectos y virtudes, trató de asimilar lo mejor posible.
Como persona se hizo querer muchísimo en el grupo y valoraba mucho al
jugador. Estaba en detalles del día a día y se interesaba en cómo
estábamos en la parte personal. Te preguntaba siempre cómo estaba tu
señora o cómo estaban tus hijos. No quiero decir que el Cholo no lo
hacía, pero era otra cosa. Él pensaba en la competencia siempre. En
algunas cosas me quedo con Simeone y en otras, con Sabella.
Alejandro siempre pensó en todos los detalles para no dejar al
jugador expuesto, incluso cuando me tocó ir a la Selección con él.
—¿Te acordás lo que hiciste el día después de salir campeón en 2006 y en 2010?
—Sí, me acuerdo, pero ninguno fue tan impactante como el día después de ganar la Libertadores 2009.
—¿Por la magnitud de lo que habían logrado?
—Claro, pero además porque fue como seguir de largo. Ganamos,
viajamos y, cuando llegamos a la Argentina, tardamos como diez horas
desde Ezeiza a Plaza Moreno por la gran cantidad de gente que había en
el camino. Ahí me di cuenta de que todo el país estaba con nosotros,
porque cuando pasamos por el peaje los mismos operarios, que
difícilmente fueran de Estudiantes, también nos saludaban.
—Habías estado contra Inter en la final de la Sudamericana 2008, ¿pensaste que se escapaba esa Libertadores?
—Ese Cruzeiro tenía un equipazo. En la fase de grupos, cuando todavía
el técnico era (Leonardo) Astrada, nos había ganado 3 a 0 en Belo
Horizonte. Cuando nos tocó empatar la primera final en La Plata en el
fondo pensaba que estábamos sonados y que era casi imposible ganar allá.
—Y ahí afloró el equipo y la estrategia de Sabella…
—Yo creo que para Alejandro fue más sufrido enfrentar a Cruzeiro,
porque era un equipo brasileño, que al Barcelona. Para mí sufrió más las
finales contra Cruzeiro que haber perdido la final del mundo con
Barcelona. Tengo la jugada de Cléber en el último minuto de aquel
partido en la cabeza. Cuando vi que la pelota se fue afuera, entendí que
íbamos a ser campeones.
—¿Qué fue de aquel Braña que llegó en 2005 a jugar de “8” al lado de Adrián Bastía y Rodrigo Meléndez?
—Uh, recuerdo que además de esos jugadores también estaba Pelusita
Cardozo, que le terminó ganando el puesto al chileno Meléndez, quien
cuando vino (Jorge) Burruchaga no jugó tanto y se terminó yendo. En ese
mediocampo el único lírico era(Marcelo) Carrusca y Sosita se lucía
arriba con el Tanque. Desde ese momento siempre hubo muy buen
compañerismo.
—¿Cuál es el deseo o meta para 2018?
—Será un semestre muy importante. Vamos a tratar de hacer un buen
papel y atravesar la Libertadores con dignidad, pero sabemos que son
competencias traicioneras. A veces hacés una buena fase de grupos y te
vas eliminado en octavos. O tal vez te cuesta en la fase de grupos y te
hacés fuerte después.
—¿Cómo imaginás tu vuelta a 1 y 57?
—Como un sueño, porque va a ser una cancha nueva. Ese lugar tiene
mucha historia. La gente está esperando eso y se cansó de ir a jugar a
un lado o a otro; quiere la identidad con el club en 1. Por eso, mi
deseo para el año que viene es disfrutar. A veces hay que sacar un poco
el pie del acelerador y disfrutar más de lo que se tiene. Hay
instituciones que están muy mal al lado nuestro. El resultado siempre lo
queremos todos. Pero se vienen seis meses en los cuales la gente va a
tener que disfrutar.
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